Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 294
¨El Misterio de Belicena Villca¨
conquistado Pizarro. Por eso, al principio no pudimos entendernos. Pero luego, y oíd bien lo
que os voy a decir porque aunque parezca fantasía no lo es, ellos hablaron en un idioma que
es exclusivo de los Amautas del Bonete Negro, especie de Iniciados del Culto a la Luna Fría, o
decreciente, Aty, es decir, a la Muerte Fría; y aquí viene lo incomprensible: esa lengua, es una
variante antigua del bajo alemán o del danés. Aún no lo sé con certeza por la forma bárbara
en que lo hablan, pero creedme que no será difícil aprenderlo. Naturalmente, que vosotros
estaréis tan sorprendidos como Yo: ¿cómo puede ser que nos estuviesen esperando, cuando
sólo los Dioses sabían que vendríamos? y ¿quiénes son estos Iniciados, que en tierras tan
lejanas y desconocidas hablan una lengua germánica? Por el momento no tengo las
respuestas.
–Pero ¿qué haremos ahora? –preguntó Roque.
–Pues, parece que los Amautas del Bonete Negro deben conducirnos hacia algún sitio.
Supongo que los custodios de esta fortaleza estarán conformes con que nos vayamos cuanto
antes, dado que la presencia de los nombrados no les agrada en absoluto, y las nuestras,
después de la matanza que hemos hecho, no ha de caerles nada simpática. Propongo que
salgamos a la plaza, y nos mantengamos lo más cerca posible de los Amautas.
Así recogieron el equipaje, y, tomando a los caballos por la brida, fueron saliendo
lentamente hacia el extenso patio donde los Amautas se hallaban esperando, acomodados en
los asientos de las literas. Lito fue a la otra casa, y comprobó con pesar que el Noyo ardía de
fiebre y que la pierna herida estaba gravemente hinchada. Llevándolo en sus brazos, se unió a
los Hombres de Piedra y les dijo:
–No podemos partir sin curar a Guillermo. Lavaremos su herida con agua caliente y
vinagre, del cual todavía nos quedan unas gotas.
Procedió, entonces, a solicitar agua, tratando de hacerse comprender por los Amautas,
pero éstos, no bien advirtieron el estado del Noyo, dieron varias instrucciones a los muiscas y
aquéllos se dedicaron a la curación: en un brasero de piedra, colocaron un recipiente con agua
al que agregaron las enormes hojas de una planta muy verde; luego de hacer hervir el potaje,
lavaron con su jugo, la herida, a la que cubrieron con hojas de la misma clase; y después de
vendar cuidadosamente, trajeron una especie de camilla compuesta de dos largas varas y tela
transversal, acostaron al Noyo, y dos guerreros de la guardia real lo cargaron rumbo a la
puerta de la fortaleza: los muiscas no disimulaban la urgencia que tenían por ver a los
extranjeros fuera de sus murallas.
Quincuagesimoctavo Día
Los Amautas iban custodiados por dieciséis guerreros que se alternaban, de a ocho, para
cargar las literas. A ellos se sumaron los seis Señores de Tharsis y los cuatro catalanes
sobrevivientes: al indio baqueano no se le permitió viajar y hubo que dejarlo con los muiscas.
De la última escaramuza habían salvado ocho caballos y dos de los dogos españoles, además
de las jaulas con los pollos de Castilla y la totalidad del equipaje.
Seguían a los Amautas por una estrecha senda que se dirigía en línea recta hacia el Este,
ascendiendo permanentemente por la Cordillera Oriental. Un día después, luego de pernoctar
en una gélida caverna a 3.500 metros de altitud, ganaron la cumbre de una sierra que partía
como brazo de la cadena principal. Todo indicaba que allí se iniciaría el descenso, pero los
sucesos inmediatos desmentirían aquella presunción. De pronto, a la vuelta de un recodo, el
camino concluyó bruscamente frente a una impenetrable pared de piedra: la montaña se
levantaba ante la caravana impidiendo su paso. Cualquier europeo, en situación semejante,
habría dado media vuelta y buscado otro camino que franqueara el obstáculo: eso sería
lógico. Pero estaba visto que los Amautas del Bonete Negro, como los Señores de Tharsis, no
se regían por los principios de la Lógica. Aquéllos, sin inmutarse, bajaron de sus asientos y se
entregaron a unos extraños preparativos. Los Hombres de Piedra, asombrados aún por la
detención, observaron con más detenimiento la pared montañosa y entonces, casi
simultáneamente, comprendieron lo que ocurría: se encontraban en presencia de una
entrada sellada por las Vrunas de Navután, una entrada similar a la de la Caverna
Secreta del Cerro Candelaria, en la lejana Huelva. Ahora las Vrunas eran claramente
294