Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 289
¨El Misterio de Belicena Villca¨
Atlantes blancos, para mantener la lealtad a los Dioses Liberadores; una soledad que es el
precio a pagar por quienes son en verdad Extranjeros en el Universo, por aquellos que
exhiben la Intrepidez de Nimrod y el Valor de sus guerreros kassitas, por quienes poseen o
buscan la Sangre de Tharsis: la Soledad Absoluta, que en la Tierra deben padecer los
Guerreros Sabios, los Iniciados Hiperbóreos, los Hombres de Piedra, los Espíritus Increados; y
la mente se dirigía entonces al Cerro Char, frente al Rostro de Piedra de Pyrena, en la Época
en que el Misterio del Fuego Frío se oficiaba libremente y los Elegidos concurrían de todas
partes del Mundo para morir o encontrar la Verdad Desnuda de Sí Mismo; la Fraternidad
Blanca, la Orden de Melquisedec, los Atlantes morenos, los Sacerdotes de todos los Cultos,
los Golen, los Inmortales Bera y Birsa, los Templarios, los miembros del Pueblo Elegido, los
partidarios de la Sinarquía Universal, Siervos de las Potencias de la Materia, Adoradores de
Jehová Satanás, Enemigos Terribles de la Casa de Tharsis: Ellos los persiguieron durante
milenios, causaron la destrucción de Tharshish y la desaparición pública del Misterio del Fuego
Frío, procuraron extinguir la Estirpe de Tharsis y ocultar la Sabiduría Hiperbórea, e intentaron
por todos los medios apoderarse de la Espada Sabia y su Piedra de Venus; y la mente volaba
en el acto a la Caverna Secreta, y apreciaba con orgullo el silencioso sacrificio de decenas de
Noyos y Vrayas custodiando la Espada Sabia, purificando la Sangre y aguardando con la
paciencia del cazador la Señal Lítica de K'Taagar, la llamada racial que autorizaba a dirigirse
hacia la Morada de los Dioses Leales al Espíritu del Hombre; ahora los Señores de Tharsis
podrían realizar el milenariamente ansiado viaje si lo deseaban: un Noyo, el Más Grande de
Todos, Lito de Tharsis, había visto la Señal y conocía el Secreto del Regreso; pero los
Señores de Tharsis no partirían aún; aguardarían todavía un tiempo más, un instante de
la Historia, hasta la Batalla Final; el Capitán Kiev, un Señor de Venus, les comunicó que
Navután, el Señor de la Guerra, consideraba a su Mundo como el más Real de todos los
Mundos posibles: y en ese Mundo, en este Mundo, ellos habrían de contribuir a protagonizar
la última Batalla de la Guerra Esencial, junto a Su Enviado, el Gran Jefe Blanco, el Señor de la
Voluntad y el Valor Absolutos; y hacia allí iban los Señores de Tharsis, hacia una plaza
liberada megalíticamente por la Sabiduría Hiperbórea de los Atlantes blancos, un lugar
donde resistirían con la Espada Sabia hasta los días de la Batalla Final; y la mente regresaba
así, nutrida de Determinación y Valor, hasta los Hombres de Piedra que se alejaban de la
costa española en una fragata de la flota de los Welser.
Quincuagesimoséptimo Día
Apenas internados en el mar, los barcos de Georg de Spira y Nicolaus de Federmann fueron
azotados por terribles tempestades; parecía como si la naturaleza entera, como si el mismo
Creador, se hubiesen propuesto echar a pique aquella flota. Al fin, un milagro, y la no menos
milagrosa pericia de los capitanes, impidió el naufragio e hizo posible que atracasen en las
Canarias, donde aguardaron mejores vientos para completar la travesía. Ya en Coro, Spira,
cuya ambición por el oro iba pareja con su valor sin límites, organizó una expedición
improvisada de cuatrocientos hombres y partió de inmediato rumbo al Sur del Lago Maracaibo,
lugar en el que ciertas leyendas locales situaban a una riquísima, e inexistente, ciudad. Dejó a
su Teniente General con el encargo de viajar hasta Santo Domingo a traer lo que faltaba y
darle alcance en las serranías de Carora. Mas Nicolaus de Federmann, que estaba
complotado con los Señores de Tharsis, lejos de cumplir estas órdenes se dispuso también a
marchar en dirección al Sur, pero tomando una ruta mucho más al Oeste, siguiendo la
indicación de unos indios que aseguraban haber visto construcciones de piedra.
Con este propósito, se trasladó a Cabo de la Vela, sobre la costa del Mar de las Antillas, y
embarcó a Santo Domingo, quedando los Señores de Tharsis con el Capitán Antonio de
Chávez y los soldados catalanes. Pronto regresó Federmann acompañado de ochenta
hombres, treinta caballos, pertrechos y víveres frescos, se unió a ellos, y partieron hacia el Sur
Oeste, en abierta contradicción a las instrucciones de Spira: en lugar de dos frailes domínicos
iban ahora tres, pues la Dama, Violante de Tharsis, había insistido en viajar disfrazada de ese
modo, alegando que “los peligros que la acecharían sola en Coro no serían, seguramente,
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