Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 272

¨El Misterio de Belicena Villca¨ mundo! Con ella trazaré el Signo HK en este estandarte infernal y luego entraremos a matar a los Demonios. ¡Nuestro Signo es invencible! Con su dedo pulgar derecho, embebido en sangre, dibujó el Signo del Origen e instantáneamente pareció como si un fuego consumiese a los siete triángulos encantados. –¡Matemos a los Demonios! –gritaron a coro todos los guerreros. Sin embargo no alcanzaron a ingresar al túnel. Aún humeaban en el suelo los restos de los estandartes cuando los Demonios de Shambalá, que observaban ocultamente la reacción de los Kassitas, se dispusieron a emplear una de sus terribles armas atlantes: el “cañón OM”. Primero fue un sonido suave, penetrante y agudo, como el cantar de la cigarra. Luego comenzó a subir de tono y de volumen hasta hacerse irresistible. –¡Isa, Isa! –gritaron a dúo Nimrod y Ninurta. Efectivamente, descendiendo de lo alto por las espinas del árbol Enlil, estaba a la vista el espectro de la princesa Kassita. Los miraba fijamente y parecía hablar enérgicamente pero, en un primer momento, nadie oyó nada, pues el monosílabo de El emitido intensamente había aturdido a casi todos. Sin embargo era impresionante la fe que los Kassitas sentían por la Iniciada de Kus y quizá esta confianza hizo que pronto oyeran, o creyeran oír, sus instrucciones. –¡Poneos atrás de Nimrod y de Ninurta! Observad fijamente el Signo de HK que tienen grabado en sus espaldas y dejad que fluya en vosotros la Voz de la Sangre. Su rumor apagará cualquier cosa que os perturbe. Y vosotros, valientes Jefes: tenéis un arma poderosa; veréis que ella os protege. Miradme a mí y confiad, que pronto cesará vuestro dolor. Dando un salto hasta el Rey y el General la Iniciada puso sus manos en las cabezas de aquellos Héroes produciendo la exaltación de una como aura brillante en torno de sus cuerpos. Esta operación produjo evidente alivio pues un segundo después ambos estaban maldiciendo, aunque no lograban aún oír sus propios juramentos. Mientras en el Cielo ocurrían los sucesos que acabo de narrar, abajo, junto al Zigurat, el resto del pueblo vivía curiosas experiencias. Cuando Nimrod arrojó las cabezas de los Demonios la algarabía fue muy grande y poco tiempo después las mismas pendían ensartadas en sendas lanzas. Estas cabezas eran bastante más grandes que las de un hombre normal, aunque no llegaban a doblarla en volumen. Los cabellos rubios y largos enmarcaban un rostro cuadrado, de ojos rasgados y negros y enorme nariz ganchuda. La boca era de labios carnosos, detalle que se apreciaba perfectamente pues los Demonios carecían de barba. Las picas fueron clavadas ante la imagen de Kus mientras las Iniciadas transportaban los enormes cuerpos para proceder, ante el Dios de la Raza, a arrancar el corazón de los Demonios. Una Iniciada hizo la abertura en el blanco pecho y extrajo el corazón, que curiosamente se hallaba en el lado derecho. Luego quitó el órgano al otro Demonio y elevó las sangrientas vísceras en sus manos para que el pueblo las viera. Y aquí ocurrió un enésimo prodigio pues, al contacto con el aire, los corazones se transformaron en flores, con el consiguiente espanto por parte de la muchedumbre integrada por hombres y niños. Eran dos rosas rojas con un trozo de tallo espinoso cada una, pero nadie las reconoció como tales pues todavía no existían las rosas sobre la tierra, y es probable que aquellas eran las primeras que veían ojos humanos desde el hundimiento de la última Atlántida. La Iniciada las arrojó despectivamente a los pies de Kus y todos regresaron junto al Zigurat donde, en ese medio día interminable, se erguía el gigantesco espino. La Elite de doscientos arqueros habían ya trepado por el espino Enlil y penetrado en la negra abertura. Quedaba alrededor del Zigurat el resto del Ejército Kassita: la infantería, los zapadores, los lanceros y auxiliares, y numerosos arqueros que no pertenecían a la Elite. También estaban varias escuadras de guerreros de otras ciudades que habían venido a Borsippa como escoltas de Embajadores y Nobles. Y todos levantaban el puño hacia el Cielo y gritaban: –¡Kus, Nimrod; Kus, Nimrod! –alentando a su, ahora, invisible Rey y deseando íntimamente recibir la orden de trepar por el espino para colaborar en la lucha. Varios Príncipes y Jefes militares estaban junto a las tropas, pero nadie se hubiese atrevido a dar ninguna orden sin recibir antes señales de Nimrod o de Ninurta. Acompañaba a la gritería de las tropas un coro de mujeres y niños, que componían el resto del pueblo. Pero los pastores habiro, por supuesto, continuaban atemorizados, invocando en voz baja a Yah, El, Il, Enlil, su amado Demiurgo. Y las Iniciadas, que tímidamente primero, y luego con cierta urgencia, habían subido a la torrecilla superior para 272