Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 260

¨El Misterio de Belicena Villca¨ A primera hora de la mañana, cuando Shamash, el Sol, recién había despertado, los tambores y las flautas ya estaban electrizando el aire con su ritmo monótono y ululante. En las distintas terrazas de la Torre las Iniciadas danzaban desenfrenadamente mientras repetían sin cesar Kus, Kus, invocando al Dios de la Raza. Los Hierofantes, en número de cincuenta, oficiaban los ritos previos a la batalla instalados en torno al enorme mandala laberíntico construido en el piso de la torrecilla superior con mosaicos de lapislázuli, réplica exacta del laberinto de la base del Zigurat. En todo el recinto predominaba el color azul destacándose con un intenso y titilante brillo la gran Esmeralda verde consagrada al Espíritu de Venus, la Diosa que los semitas llamaban Ishtar y los sumerios Imnina o Ninharsag. Mientras los Hierofantes permanecían bajo el techo de la torrecilla superior, afuera, en los pasillos laterales el Rey Nimrod y sus doscientos arqueros se preparaban para morir. El clímax bélico iba “in crescendo” a medida que pasaban las horas. Cerca del medio día podía observarse un vapor ectoplasmático color ceniza que se colaba por las columnas de la torrecilla superior y giraba lánguidamente alrededor de éste, envolviendo en sus caprichosas volutas a los imperturbables guerreros. Dentro de la torrecilla, el vapor cubría la totalidad del recinto pero no sobrepasaba la cintura del más alto de los Hierofantes. La muchedumbre que permanecía petrificada observando la cúspide de la enorme Torre asistió de pronto, atónita, a un fenómeno de corporización del vapor. Al principio, sólo algunos lo advirtieron, pero ahora era visible para todos: la nube adoptaba formas definidas que permanecían un momento para disolverse y volverse a corporizar nuevamente. El “motivo” principal de los misteriosos relieves del vapor lo constituían fundamentalmente figuras de “Ángeles”. Ángeles o Dioses; pero también Diosas y niños. Y animales: caballos, leones, águilas, perros, etc. Y carros de guerra. Era todo un Ejército Celeste el que se materializaba en la nube vaporosa y giraba lentamente alrededor de la torrecilla. Y al pasar los carros de combate, tirados por briosos corceles alados, los Ángeles Guerreros alentaban claramente a Nimrod. También lo hacían las mujeres, pero conviene que nos detengamos un instante en Ellas porque la sola contemplación de su belleza hiperbórea basta para iluminar el corazón del hombre más pasivo y arrancarlo de las garras del Engaño. ¡Oh, las mujeres hiperbóreas! ¡Tan bellas! Lucían una corta falda ceñida en la cintura por delgado cordón del que pendía, al costado, la vaina de una graciosa y temible espada. El arco cruzado sobre el pecho y, a la espalda, el nutrido carcaj. Las trenzas de oro y plata de un cabello que se adivinaba tan suave y ligero como el viento. Y los Rostros. ¿Quién sería capaz de describir esos Rostros olvidados, tras milenios de engaño y decadencia; Rostros que, sin embargo, están grabados a fuego en el Alma del guerrero, casi siempre sin que él mismo lo sepa? ¿quién osaría hablar de esos ojos centellantes de frío coraje que irresistiblemente incitan a luchar por el Espíritu, a regresar al Origen, ojos de acero cuya mirada templará el Espíritu hasta el instante anterior al combate pero que, luego de la lucha, milagrosamente, serán como un bálsamo de Amor helado que curará toda herida, que calmará todo dolor, que resucitará eternamente al Héroe, aquel que se mantiene tenazmente en el Sendero del Regreso al Origen? ¿y quién, por último, se atrevería a mencionar siquiera sus sonrisas primordiales ante las cuales palidecen todos los gestos humanos; ante cuyos sonidos cantarinos se apagan las músicas y rumores de la tierra; risa trasmutadora que jamás podría resonar entre la miseria y el engaño de la realidad material y que, por eso, sólo puede ser oída por quien también sabe escuchar la Voz de la Sangre Pura? Imposible intentar esbozar la imagen purísima de aquellas mujeres hiperbóreas, eternas compañeras de los Hombres de Piedra, cuya proyección en el vapor ectoplasmático se producía gracias a la poderosa voluntad de los Iniciados cainitas. Sólo agregaré que dichas imágenes eran enormes. Mientras las otras figuras giraban a cierta distancia de los guerreros Kassitas, Ellas se desprendían para abrazarlos y acariciarlos, y entonces podía apreciarse su tamaño. Doblaban en altura al Rey Nimrod, el guerrero más alto de Borsippa. El pueblo veía claramente estas efusiones y, aunque era evidente que las Diosas hablaban a los guerreros en tono imperativo, mientras señalaban hacia el cielo, nadie, de entre ellos, hubiera podido oír si realmente aquellos fantasmas emitían algún sonido pues el ritmo frenético de las flautas, tambores, tímpanos y arpas, era ensordecedor. Pero tal vez las mujeres hiperbóreas estuviesen hablando directamente al Espíritu, tal vez sus voces se dejasen oír dentro de cada guerrero como dicen que sienten los Augures... 260