Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 252

¨El Misterio de Belicena Villca¨ Noyo retomó la Guardia en la Caverna Secreta y pronto tuvo la compañía de otro Hombre de Piedra quien, impresionado aún por la experiencia con el Señor de Venus, había decidido consagrarse a la Custodia de la Espada Sabia. En situación semejante se encontraban los seis asistentes a la reunión de San Félix de Caramán, pero no sería posible que todos abandonasen el Mundo pues se debía dedicar atención a los intereses patrimoniales de la Casa. España se industrializaba rápidamente y se requerían, en las principales ciudades, toda suerte de materias primas; en Turdes, la nueva población de origen catalán reactivó la producción de minerales, completamente abandonada por los Señores de Tharsis en los últimos siglos. Así, como si los milenios no hubiesen transcurrido, el oro y la plata volvían a ser extraídos de las sierras por los Señores de Tharsis. No obstante la atención que la nueva situación exigía, hacia mediados del siglo XIV todo estuvo bajo control: para entonces, cinco de aquellos seis iniciados ya se habían recluido en la Caverna Secreta. Cuando llegaron los valentininos a Huelva, el Condado pertenecía a Sevilla. Alfonso XI de Castilla lo cedió en 1338 al Gran Maestre de Santiago, con lo que reapareció el peligro Golen: además de ser una Orden céltica eminentemente Golen, muchos Templarios se habían refugiado en ella luego del proceso promovido por Clemente V, y entonces comenzaron a infestar la región. Sin embargo, catorce años después, el infante Don Pedro se lo quita al Gran Maestre para obsequiarlo a María Padilla. A fines del siglo XIV la Casa de las Cerdas, de los Reyes de Castilla lo entrega como dote de una de sus Damas y pasa a poder de los Duques de Medina Sidonia, hasta el fin de esta historia. La influencia de la Casa de Tharsis sobre la Orden de Predicadores se mantuvo en los años siguientes, ya que el Circulus Domini Canis prosiguió funcionando en secreto, tratando de dirigir la Inquisición contra los miembros del Pueblo Elegido y los Golen, procurando impulsar el modelo de Nación Mística perfeccionado jurídicamente durante el reinado de Felipe el Hermoso y concretado en parte por ese Gran Rey. Esta influencia se hizo sentir sobre todo en España, donde merced a las campañas de esclarecimiento popular de muchos predicadores, entre ellos Don Ferrán Martínez, provisor del Arzobispado de Sevilla y Señor del Perro, se desataron las violentas persecuciones contra judíos que culminaron en las matanzas de 1391 en Sevilla, Córdoba, Toledo, Écija, Logroño, Burgos, Ocaña, y treinta comarcas más. De Castilla, aquel incendio pasó a Aragón; en Valencia el pueblo exterminó a cinco mil judíos y en Barcelona a unos once mil; hasta las Baleares llegó la furia popular contra los seguidores de Jehová Satanás. Corriendo peligro de ser aniquilados en Castilla y Aragón, hallaron seguro refugio en Portugal, donde el marrano Don Moisés Navarro, enquistado en el Gobierno, había conseguido dos bulas locales de los Papas Clemente VII y Bonifacio IX, que impedían la conversión compulsiva de los judíos; aquella invasión hebrea, sin embargo, habría de causar a corto plazo la hostilidad de los pobladores cristianos. El domínico Valenciano San Vicente Ferrer, quien poseía el carisma del don de lenguas y había predicado en todos los países de Europa en sus propios idiomas, participó activamente de la campaña antihebrea: él fue quien inspiró la bula de Benedicto XIII que prohibía a los israelitas la posesión del Talmud y los obligaba “a que traxesen tabardos con una señal vermeja para que así pudiesen ser conocidos de todos e se lograse evitar el daño que su trato trae a los cristianos”. Esto ocurría en 1412, cuando los persistentes israelitas comenzaban a regresar masivamente a España. Pronto se reiniciaron las persecuciones, las que fueron adquiriendo tal saña que en 1473 llevaron al Pueblo Elegido a proponer al Rey Enrique IV la venta o alquiler de la Ciudad de Gibraltar para establecerse en ella, solución muy hebrea que fue lógicamente rechazada. Tras la muerte de este Rey, recibe el Trono de Castilla su hermana, Isabel I, casada con Fernando de Aragón. En 1478 los Reyes Católicos se dirigen al Papa Sixto IV para solicitar el dictado de una bula que autorice el funcionamiento de la Inquisición en Castilla; el propósito: enjuiciar a los culpables de herejía, especialmente a los judíos. Rápidamente emitida, la bula permitió la formación de los Tribunales del Santo Oficio, confiados a la Orden de Predicadores domínicos. El promotor de aquella iniciativa de los Reyes Católicos fue el prior de los domínicos de Sevilla, fray Alfonso de Hojeda, Señor del Perro, quien supo convencer a la Reina Isabel sobre la conveniencia de hacer intervenir a la Inquisición en el combate contra las fuerzas satánicas. Al principio la bula sólo actuó como una amenaza mas, merced a la infatigable gestión de los Domini Canis, Fray Alfonso de Hojeda, el provisor Don Pedro de 252