Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 232

¨El Misterio de Belicena Villca¨ referente al pecado original: el hombre no ha pecado en absoluto y “si Adán pecó, su pecado murió con él; no se transmitió a la descendencia humana”. En definitiva “el hombre es libre” y “nace sin pecado”; de allí a plantear la injusticia del dolor y del sufrimiento, o de cualquier otro castigo impuesto por Jehová Satanás, había solo un paso. En consecuencia la persecución contra Pelagio comenzó enseguida y no acabó hasta su eliminación, en África; fue llevada adelante por las más importantes autoridades eclesiásticas de su Época, lo que prueba el temor que producían sus ideas, entre quienes se destacaron los Papas Inocencio I y Zósimo, San Jerónimo y el apóstata gnóstico San Agustín. En el Sínodo de Cartago del año 411, fueron condenadas siete proposiciones, síntesis de su doctrina. Vale la pena que las recuerde ahora para comprobar que las mismas se derivan de la Sabiduría Hiperbórea. He aquí las siete proposiciones condenadas: 1 - Adán, mortal por su creación, hubiera muerto con pecado o sin él. 2 - El pecado de Adán le dañó a él solo, no al linaje humano. 3 - Los niños recién nacidos se hallan en aquel estado en que se hallaba Adán antes de su prevaricación (es decir: antes de probar el fruto prohibido del Gral). 4 - Es falso, que ni por la muerte ni por la prevaricación de Adán tenga que morir todo el género humano y que haya de resucitar por la resurrección de Jesús Cristo. 5 - El hombre puede fácilmente vivir sin pecado. 6 - La vida correcta, de cualquier “hombre libre”, conduce al Cielo del mismo modo que el Evangelio. 7 - Antes de la venida de Jesús Cristo hubo hombres “impecables”, es decir, que de hecho no pecaron. Cuadragesimoséptimo Día Síntesis General de la Sabiduría Hiperbórea: Mientras los Golen marchaban con los Celtas hacia Europa el Reino de Judá, en medio Oriente, era destruido por Nabucodonosor y su población llevada en cautiverio a Babilonia en el año 597 A.J.C. Fueron liberados en el 536 y, veinte años después, en el 516, reconstruyeron el Templo de Salomón sin hallar el arca con las Tablas de la Ley. En el siglo IV fueron dominados por los griegos de Alejandro y en el siglo II se aliaron con los romanos contra los griegos (140 A.J.C.). Luego de la muerte de Julio César el Senado de Roma otorgó el título de Rey de Judea a Herodes I, en el año 37 A.J.C. y en el primer año de la Era cristiana (o en el 4 A.J.C. si se quiere) nació el Salvador, Jesús de Nazareth, el Cristo. Después de Herodes I los romanos quitaron al Pueblo Elegido la posibilidad de tener un Rey de su linaje y colocaron en el poder a una serie de procuradores que intentaron vanamente dominar la creciente agitación social. La “crucifixión de Jesús Cristo”, que no existió, o la “lucha contra los cristianos”, que suele darse como explicación de la actitud belicosa y suicida de los judíos, no son correctas, siendo la verdadera causa del malestar el hecho, presentido por todos los miembros de la Raza Sagrada, de que el Arquetipo Hebreo “sería arrojado a los Gentiles”. Era palpable para ellos, en virtud de compartir la substancia del Demiurgo, la acción judaizante que se realizaría de allí en adelante sobre todo el mundo. Lo que no les aparecía tan claro era: ¿de qué modo, luego de la presencia de Jesús Cristo podría cumplirse el antiguo pacto con Jehová Satanás, la promesa de que el linaje sagrado heredaría el poder sobre las demás naciones? Harían falta varios siglos y el trabajo de eminentes Rabinos cabalistas para que los hebreos recuperasen la fe sobre su papel en la Historia. Pero mientras ese tiempo llegaba la paciencia de los romanos se agotó mucho antes: en el año 70 D.J.C. el General Tito destruyó Jerusalén, el Templo de Salomón, y “dispersó” a los judíos por todos los rincones del Imperio Romano. Con la Diáspora del año 70 comienza la historia moderna del Pueblo Elegido, cuya culminación está por producirse en nuestros días, cuando la Sinarquía transfiera a sus manos la totalidad del poder mundial. Cuando en el 313, el Emperador Constantino el Grande reconoció al cristianismo como religión oficial del Imperio Romano, se inició una Época difícil para la Raza Sagrada. El motivo era que en los pueblos recientemente cristianizados predominaba más el Recuerdo de Sangre de Kristos Lúcifer que el Arquetipo judaico de Jesús Cristo, hecho que casi siempre desembocaba en un generalizado sentimiento antijudío. Aunque a la larga terminaría por triunfar la permanente influencia del “rayo geotopocéntrico” de Jesús Cristo, por sobre el 232