Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 231
¨El Misterio de Belicena Villca¨
geotopocéntricos que parten del centro terrestre y atraviesan la columna vertebral de los
hombres. Esta es la fuerza arquetípica permanente de Jesús Cristo. Pero no es la única:
también actúa sobre el hombre una influencia judaica emocional, irradiada desde el propio
“Pueblo Elegido” de Israel ya que la Raza Sagrada forma parte de la anatomía oculta de la
Tierra cumpliendo la función de chakra corazón o anhata chakra.
Con respecto a la última pregunta vale la pena destacar que el “animal-hombre” creado
por el Demiurgo hace millones de años para que “evolucionase” de acuerdo al Plan que siguen
los siete Reinos de la Naturaleza, tendía naturalmente a conformar un typo que respondía a
algunos Arquetipos básicos. Sin embargo, desde el año 33 de la Era Cristiana, puede
asegurarse que el Arquetipo judaico de Jesús Cristo es ahora el Arquetipo psicológico del
hombre, es decir, el typo hacia el que tiende por evolución. Esto significa que en los hombres,
quienes poseen por el antiguo Misterio de A-mort una herencia animal, las tendencias
animales le impulsarán inconscientemente hacia el Arquetipo judaico. Sólo la pureza de sangre
podrá evitar el predominio de las tendencias animales y el consiguiente peligro de
corresponder psicológicamente con el Arquetipo judaico.
He mostrado ya de qué manera el Demiurgo llevó el conflicto original al terreno del
enfrentamiento racial, luego de crear la Raza Sagrada a imitación de los linajes hiperbóreos
divinizados por el Gral. Ahora se acaba de ver cómo una nueva imitación, esta vez de Kristos
Lúcifer, ha significado otro avance destructor contra los linajes hiperbóreos. La poderosa
fuerza conformadora del Arquetipo judaico de Jesús Cristo, actuando desde el centro de la
Tierra en todo tiempo y lugar ha aumentado tremendamente el sueño en que se encontraba
desde antaño la “Conciencia de Sangre” de los hombres. En el campo de batalla de la sangre
luchan sin cuartel ahora dos fuerzas esotéricas: el Canto de los Dioses y la tendencia
arquetípica judaica de Jesús Cristo. Y el “despertar” se ha tornado, entonces, una lucha
terrible y desesperada librada en el interior y en el exterior de cada uno, a menudo
inconscientemente.
Es por eso que, luego de Jesús Cristo, ya no será posible calificar ni a pueblos ni a
organizaciones sino que habrá que atender específicamente al grado de confusión de los
hombres. Debe ser así porque en muchos casos organizaciones sinárquicas enteras podrán
caer bajo el mando de un hombre súbitamente consciente de algún principio hiperbóreo
(producto de la lucha esotérica que se libra en su interior), quien hasta podría “torcer”
momentáneamente el rumbo de ésta.
Y, viceversa, en otros casos podrá ocurrir que un grupo calificado como “hiperbóreo” sea
conducido por personajes más o menos judaizados. En el extremo tendremos hebreos (judíos
de sangre) que se rebelan a Jehová e intentan dramáticamente recuperar su herencia
hiperbórea, caso que puede ocurrir con más frecuencia de lo que suele imaginarse, así como
hallaremos muchas veces personas que “por la Sangre” declaran ser perfectos “arios” pero
que psicológicamente demuestran ser más judíos que el Talmud. Un ejemplo por demás
elocuente lo obtendremos observando a la Iglesia Católica en la cual conviven los adoradores
de Jesús Cristo y del Demiurgo junto a curas nacionalistas y patriotas que sirven a la causa de
Kristos Lúcifer y de los Dioses Leales sin saberlo.
Se debe pues ser prudente al calificar las organizaciones humanas y, aún en aquellas
netamente sinárquicas, detenerse siempre a evaluar el grado de confusión de los hombres con
los cuales se trata. Se considera una muestra de capacidad estratégica la habilidad para
ubicar al “hombre justo”, aun dentro de una organización sinárquica como la Masonería, a
quien se hablará luego tratando de aislarlo de la organización en la cual milita (apelando a la
aplicación de la ley del cerco) para poder dirigirse mediante símbolos apropiados a su parte
hiperbórea.
Un ejemplo de cuanto vengo diciendo lo constituye el caso de la herejía soteriológica, de
Pelagio, llamada también “pelagianismo”. A principios del siglo V este Obispo británico
comenzó a defender la teoría de que el hombre, por sí mismo, es suficiente para protagonizar
su salvación. Ello es posible, según Pelagio, porque “hay en el hombre un principio de
perfección espiritual”. Es evidente, así, que en Pelagio predominaba el linaje hiperbóreo. Su
Sangre Pura pronto le permitió advertir que la “salvación” del hombre (su “orientación”)
dependía de “un principio espiritual”, el cual debería ser “descubierto” y “cultivado”
interiormente. Pero donde la posición “herética” de Pelagio resultaba más clara era en lo
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