Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 210

¨El Misterio de Belicena Villca¨ de “cautiverio”. Por esta razón desarrollaré a continuación una alegoría, en la cual se hará evidente la correspondencia apuntada, lo que permitirá luego, comprender la estrategia secreta que los Dioses Leales practican para contrarrestar el arma cultural de la Sinarquía. Comenzaré a presentar la alegoría fijando la atención en un hombre, a quien han tomado prisionero y condenado, de manera inapelable, a reclusión perpetua. El desconoce esta sentencia, así como cualquier información posterior a su captura procedente del mundo exterior, pues se ha decidido mantenerlo indefinidamente incomunicado. Para ello ha sido encerrado en una torre inaccesible la cual se halla rodeada de murallas, abismos y fosos, y donde resulta aparentemente imposible todo intento de fuga. Una guarnición de soldados enemigos, a los cuales no es posible dirigirse sin recibir algún castigo, se encargan de vigilar permanentemente la torre; son despiadados y crueles, pero terriblemente eficientes y leales: ni pensar en comprarlos o engañarlos. En estas condiciones no parecen existir muchas esperanzas de que el prisionero recobre alguna vez la libertad. Y, sin embargo, la situación real es muy otra. Si bien hacia afuera de la Torre la salida está cortada por murallas, fosos y soldados, desde adentro es posible salir directamente al exterior, sin tropezar con ningún obstáculo. ¿Cómo? Por medio de una salida secreta cuyo acceso se encuentra hábilmente disimulado en el piso de la celda. Naturalmente, el prisionero ignora la existencia de este pasadizo como tampoco lo conocen sus carceleros. Supongamos ahora que, sea porque se le ha convencido de que es imposible escapar, sea porque desconoce su calidad de cautivo, o por cualquier otro motivo, el prisionero no muestra predisposición para la fuga: no manifiesta ni valor ni arrojo y, por supuesto, no busca la salida secreta; simplemente se ha resignado a su precaria situación. Indudablemente es su propia actitud negativa el peor enemigo ya que, de mantener vivo el deseo de escapar, o aún, si experimentase la nostalgia por la libertad perdida, se revolvería en su celda donde existe, al menos, una posibilidad en un millón de dar con la salida secreta por casualidad. Pero no es así y el prisionero, en su confusión, ha adoptado una conducta apacible que, a medida que transcurren los meses y los años, se torna cada vez más pusilánime e idiota. Habiéndose entregado a su suerte, sólo cabría esperar para el cautivo una ayuda exterior, la cual sólo puede consistir en la revelación de la salida secreta. Pero no es tan simple de exponer el problema ya que el prisionero no lo desea o no sabe que puede huir, según he dicho. Se deben, pues, cumplir dos cosas: 1ro lograr que asuma su condición de prisionero, de persona a quien han quitado la libertad, y, en lo posible, que recuerde los días dorados cuando no existían celdas ni cadenas. Es necesario que tome conciencia de su miserable situación y desee ardientemente salir, previamente a: 2do revelarle la existencia de la única posibilidad de huir. Porque bastaría, ahora que el prisionero desea huir, sólo con que sepa de la existencia de la salida secreta; a ésta la buscará y hallará por sí mismo. Planteado así, el problema parece muy difícil de resolver: es necesario despabilarlo, despertarlo de su letargo, orientarlo, y luego revelarle el secreto. Por eso es hora ya de preguntarse: ¿hay alguien dispuesto a ayudar al miserable prisionero? Y si lo hubiese ¿cómo se las arreglaría para cumplir las dos condiciones del problema? Debo declarar que, afortunadamente, hay otras personas que aman y procuran ayudar al prisionero. Son aquellos que participan de su etnia y habitan un país muy, pero muy, lejano, el cual se encuentra en guerra con la Nación que lo aprisionó. Pero no pueden intentar ninguna acción militar para liberarlo debido a las represalias que el Enemigo podría tomar sobre los incontables cautivos que, además del de la torre, mantienen en sus terribles prisiones. Se trata pues de dirigir la ayuda de la manera prevista: despertarlo, orientarlo y revelarle el secreto. Para ello es preciso llegar hasta él, pero ¿cómo hacerlo si ha sido encerrado en el corazón de una ciudadela fortificada, saturada de enemigos en permanente alerta? Hay que descartar la posibilidad de infiltrar un espía debido a las diferencias étnicas insuperables: un alemán no podría infiltrarse como espía en el ejército chino del mismo modo que un chino no podría espiar en el cuartel de las Sin poder entrar en la prisión y sin posibilidad de comprar o engañar a los guardianes sólo queda el recurso de hacer llegar un mensaje al prisionero. Sin embargo enviar un mensaje parece ser tan difícil como introducir un espía. En efecto; en el improbable caso de que una gestión diplomática consiguiese la autorización para presentar el mensaje y la promesa de que éste sería entregado al prisionero, ello no serviría de nada porque el solo hecho de que tenga que atravesar siete niveles de seguridad, en 210