Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 207
¨El Misterio de Belicena Villca¨
Por “motivos estratégicos” se entiende lo siguiente: cuando el hombre despierto emprende
el Regreso al Origen en el marco de una Estrategia Hiperbórea emplea técnicas secretas que
permiten oponerse efectivamente al Plan. En estas circunstancias el Creador, anormalmente,
interviene con todo Su Poder para castigar al intrépido.
Podemos ahora distinguir entre un fenómeno de primer grado y un fenómeno de
segundo grado, atendiendo al grado de determinación que involucra su manifestación. Debe
comprenderse bien que en esta distinción el acento se pone sobre las diferentes maneras
con que el Demiurgo puede actuar sobre un mismo fenómeno. Por ejemplo, en el fenómeno
de una maceta cayendo desde un balcón a la vereda, no podemos ver otra cosa que una
determinación de primer grado; decimos: “actuó la ley de gravedad”. Pero, si dicha maceta
cayó sobre la cabeza del hombre despierto, podemos suponer una segunda determinación o,
con rigor, una “segunda intención”; decimos: “actuó la Voluntad del Creador”.
Al primer y segundo grado de determinación de un fenómeno se lo denomina también,
desde otro punto de vista, Primera y Segunda intención del Creador.
En general, todo fenómeno es susceptible de manifestarse en primer y segundo grado de
determinación. Atendiendo a esta posibilidad convendremos lo siguiente: cuando no se indique
lo contrario, por “fenómeno”, se entenderá aquél cuya determinación es puramente mecánica,
es decir, de primer grado; en caso contrario se aclarará, “de segundo grado” .
Sólo falta, ahora que distinguimos entre “los dos grados del fenómeno”, aclarar la
afirmación que hice al comienzo de este análisis de que toda ley de la naturaleza, inclusive
aquellas eminentes, describen el comportamiento causal de fenómenos de primer grado de
determinación. Es fácil comprender y aceptar esto ya que cuando en un fenómeno interviene
una determinación de segundo grado, el sentido natural del encadenamiento mecánico ha sido
enajenado temporalmente en favor de una Voluntad irresistible. En ese caso el fenómeno ya
no será “natural” aunque aparente serlo, sino que estará dotado de una intencionalidad
superpuesta de neto carácter maligno para el hombre.
Por otra parte, el fenómeno de primer grado, se manifiesta siempre completo en su
funcionalidad, la cual es expresión directa de su esencia, y a la que siempre será posible
reducir matemáticamente a un número infinito de “leyes de la naturaleza”. Cuando el fenómeno
de primer grado es apreciado especialmente por una ley de la naturaleza, la cual es eminente
para uno pues destaca cierto aspecto interesante, es evidente que no se está tratando con el
fenómeno completo sino con dicho “aspecto” del mismo. En tal caso debe aceptarse el triste
hecho de que del fenómeno sólo será percibida una Ilusión. Mutilado sensorialmente,
deformado gnoseológicamente, enmascarado epistemológicamente, no debe extrañar que los
indoarios calificaran de maya, Ilusión, a la percepción corriente de un fenómeno de primer
grado.
Plantearé ahora un interrogante, cuya respuesta permitirá encarar el problema de la
“preeminencia de las premisas culturales”, basado en las últimas conclusiones: “si todo
fenómeno de primer grado aparece necesariamente completo (por ejemplo: a las 6 A.M. ‘sale
el sol’)”, ¿cuál es el motivo específico de que su aprehensión por intermedio del “modelo
científico o cultural” impide tratar con el fenómeno en su integridad, y circunscribe en torno de
aspectos parciales del mismo? (por ejemplo cuando decimos: “la rotación terrestre es la causa
que ha producido el efecto de que a las 6 A.M. el sol se haya hecho visible en el horizonte
Este”). En este último ejemplo es evidente que al explicar el fenómeno por una “ley eminente”
no se hace más que referir a ciertos aspectos parciales (la “rotación terrestre”) dejando de lado
–no viéndolo– al fenómeno mismo (“el Sol”). La respuesta a la pregunta planteada lleva a tocar
un principio fundamental de la teoría epistemológica estructural: la relación que se advierte
entre aspectos de un fenómeno, cuantificable matemáticamente como “ley de la
naturaleza”, se origina en la preeminencia de premisas culturales a partir de las cuales
la razón modifica la percepción del fenómeno en sí.
Demás está decir que esto ocurre por el efecto “enmascaramiento” que la razón causa en
toda imagen reflexionada por el sujeto consciente: la razón “responde a la interrogación”, es
decir, a las flexiones del sujeto consciente, en el cual se halla sumido el Yo perdido. Como
si se tratase de una fantasía, la razón interpreta y conforma un esquema racional de la
representación del ente fenoménico, esquema cuya imagen se superpone a la representación
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