Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 205
¨El Misterio de Belicena Villca¨
y el Yo despierto. El Yo perdido es característico del hombre dormido, del hombre
extraviado en el Laberinto de Ilusión del Gran Engaño: el hombre dormido es aquel animal
hombre en cuya Alma está encadenado, sin saberlo, un Espíritu Increado.
El Yo despierto, es propio del hombre despierto, es decir, del animal hombre cuyo
Espíritu encadenado ha descubierto el Engaño y procura encontrar el camino hacia el Origen,
la salida del Laberinto. El hombre despierto, el Iniciado Hiperbóreo es aquél capaz de actuar
según el “modo de vida estratégico” que exige el Pacto de Sangre. Es decir, aquél capaz de
aplicar los principios estratégicos de la Ocupación, del Cerco, y de la Muralla Estratégica.
Con respecto al segundo principio, en lo que toca a la Función Regia, dije el Día Decimosexto:
Felipe IV deberá “aplicar el principio del cerco en el espacio real ocupado”. Según esto,
parecería que el principio del Cerco radicase exclusivamente en el hombre despierto, quien
debería “aplicar” o “proyectar” tal principio en el área ocupada; empero, de acuerdo al
principio hermético: “El microcosmos refleja al macrocosmos”, principio que, tal como se
vio en la exposición de Bera y Birsa, es también cabalístico: Adam Harishón es el reflejo de
Adam Kadmón; ¿quiere decir esto que el principio del Cerco ha de estar también presente en
el macrocosmos, por ejemplo como una ley de la naturaleza? Si ocurriese así, tal vez se
podría, al menos en teoría, detectar en algún fenómeno característico una cierta función
cerco, que nos revelase por otra vía, esta vez externa, el principio estratégico mencionado.
Aunque puedo adelantar que el resultado será negativo, es conveniente examinar tal
posibilidad de búsqueda externa pues su análisis permitirá comprender diversos aspectos
gnoseológicos y culturales que afectan al hombre.
Si aceptamos el principio hermético de equivalencia entre macrocosmos y microcosmos
nos resultará evidente que todas las leyes del macrocosmos se reflejan en leyes análogas del
microcosmos. Pero tal correspondencia dista de ser un mero reflejo pasivo entre estructuras.
El hombre, al descubrir y formular leyes, desequilibra esa relación y asume un papel
destacado. Como consecuencia de esa actitud dominante aparece ahora, separando al Yo del
macrocosmos, un modelo cultural elaborado por un sujeto cultural en base a principios y
conceptos de una estructura cultural. En la Sabiduría Hiperbórea, Dr. Siegnagel, se definen y
estudian estos tres elementos; sintéticamente, le diré que el “sujeto cultural” es sólo el sujeto
anímico al actuar dinámicamente sobre una “estructura cultural” constituida en la “esfera de
sombra” de la psique; asimismo, cuando el sujeto anímico actúa en la “esfera racional”, se lo
denomina “sujeto racional”; y si se manifiesta en la “esfera de conciencia”, “sujeto consciente”;
pero siempre, el Yo se encuentra sumido en el sujeto anímico o Alma, sea racional, cultural o
consciente su campo de acción.
Así, es el “modelo cultural” el principal responsable de la visión deformada que el
hombre tiene de sí mismo y del mundo, dado que se interpone entre el macrocosmos y el
microcosmos. El modelo cultural es un contenido de la estructura cultural de carácter colectivo
o sociocultural; por lo tanto, consiste en un conjunto sistemático de conceptos, propuestos por
el sujeto cultural y traducido a uno o dos lenguajes habituales, por ejemplo, matemático y
lingüístico. En resumen, el modelo cultural se compone, normalmente, de principios
matemáticos y premisas culturales. El Yo del hombre cuando se encuentra confundido con el
sujeto consciente, acepta solidariamente como representaciones de los entes externos, como
su verdad, los objetos culturales que proceden del modelo cultural intermediario, objetos
culturales cuyo significado ha sido propuesto por el sujeto cultural como premisa en lenguaje
habitual.
Examinemos ahora qué entiende el hombre por “ley de la naturaleza”. Sin entrar en
complicaciones se puede afirmar que una ley de la naturaleza es la cuantificación matemática
de una relación significativa entre aspectos o magnitudes de un fenómeno. Aclaramos esta
definición. Dado un fenómeno es posible que por la observación y por la experimentación
empírica se llegue a diferenciar ciertos “aspectos” del mismo. Si de entre los varios aspectos
que se destacan, algunos de ellos resultan como “relacionados significativamente entre sí”, y si
esa relación posee probabilidad estadística, es decir, se repite un número grande de veces o
es permanente, entonces puede enunciarse una “ley de la naturaleza”. Para ello hace falta que
los “aspectos” del fenómeno puedan reducirse a magnitudes de tal modo que la “relación
significativa” se reduzca a “relación entre magnitudes” o sea, a función matemática. Las
“Leyes” de la física se han deducido de manera semejante.
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