Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 194
¨El Misterio de Belicena Villca¨
Charles de Saint Félix, transmitiéndole su poder aterrador y predicando el fracaso de los
planes más secretos de las Ordenes Golen: eso confirmaba las sospechas de Bernard de
Soisset, el Obispo de Pamiers, de que en torno a Felipe el Hermoso existía una conspiración
de los Hijos de las Tinieblas; rodeado de enemigos, capturado en su propio palacio de Anagni,
bañado en sudores fríos, Bonifacio comprendía tarde ya que había subestimado a Felipe el
Hermoso y que no tomó con suficiente seriedad los frecuentes avisos de alarma que enviaban
los monjes del Cister y los Templarios. Presa entonces de una mezcla de odio y terror, sentía
que su Alma se iba deprimiendo sin remedio. A continuación el Banditti Sciarra, atreviéndose
a golpearlo y aun amenazándolo de muerte, mientras sus hombres lo cubrían de insultos. Y
por último, la traición de su pueblo natal, saqueando sin pudor su palacio, aliándose a sus
enemigos que eran los enemigos de la Iglesia Golen, la Iglesia del Dios Uno Creador del
Universo, del Dios del cual él, el Sacerdote Maximus, era una manifestación viviente: ¡Oh Dios
Uno, qué ingratitud la de su pueblo! quizás aquella agresión de los suyos, por ser menos
importante pero más afectiva, dolía más que las anteriores ofensas. Y, naturalmente, dentro de
ese dolor se destacaba en mayor grado la angustia de haber sido despojado del oro y la plata,
de sus tesoros de arte de belleza sin par reunidos en toda una vida de adquisiciones, muchos
de ellos heredados o pertenecientes a la familia Gaetani. El peso del fracaso se descargaba
sin atenuantes, aplastando en unas horas a Bonifacio VIII. Demasiadas emociones juntas, aún
para un Golen de legendaria crueldad, las que afligían al Papa de 69 años.
Cuando fue rescatado por el pueblo de Anagni su conciencia se había situado fuera de la
realidad y, aunque muchos prometían devolver lo robado, Bonifacio no estaba en condiciones
de comprenderlo. Mecánicamente solicitó ser llevado al palacio de Letrán. Allí los Cardenales
Orsini, al comprobar su estado demencial, lo mantuvieron apartado de los romanos. Con los
ojos desorbitados exclamaba: ¡Bafoel! ¡Bafoel! ¡Aliquem ad astra fero! En algunos momentos
de lucidez estallaba en pedidos de venganza contra sus enemigos y auguraba la ruina de
quienes lo habían traicionado. Pero luego su mente se oscurecía y sufría raptos de ira
continuados en los que aullaba, echaba espuma por la boca, e intentaba morder a quienes lo
cuidaban. Al final, el 13 de octubre de 1303, murió convertido en una bestia furiosa,
cumpliendo así la profecía de Celestino V. El santo había dicho: –“habéis subido como un
zorro, reinaréis como un león, y moriréis como un perro”.
Cuadragesimoprimer Día
La forma en que murió Bonifacio VIII, y la certeza de que el Rey Carlos II permaneció
indiferente frente a su caída, causó gran temor entre los Cardenales güelfos. Como nadie
quería correr su misma suerte, o aún peor, nueve días después el Sacro Colegio se pone de
acuerdo en la identidad del nuevo Papa: el 22 de Octubre de 1303 eligen al Cardenal Nicolás
Boccasini, que toma el nombre de Benedicto XI y era General de los domínicos. El flamante
Pontífice, que aunque no era Domini Canis estaba fuertemente influenciado por los Iniciados
de su Orden, intenta llevar adelante una política conciliadora con el Rey de Francia e iniciar la
reforma de las escandalosas costumbres Golen que reinaban en el alto clero, pero es
envenenado con unos higos antes de cumplir el año. Como en el caso de Celestino V, el
difunto había sido una solución de conveniencia entre los irreconciliables partidos
eclesiásticos: ambos bandos confiaban íntimamente con dominar al Papa. Su muerte sumirá a
los Cardenales en una larga discusión de 10 meses bajo la presión, ahora inevitable, de Felipe
el Hermoso.
El Rey de Francia ofrece oro, y protección contra la venganza de los Golen, y va
consiguiendo que muchos Cardenales güelfos vendan su voto. Finalmente, se llega a un
arreglo: será investido un clérigo no perteneciente al Sacro Colegio. Felipe el Hermoso se
reúne con Bertrand de Got, Arzobispo de Burdeos, en Saint Jean d'Angely. El Arzobispo es un
Señor del Perro y el Rey de Francia solicita su colaboración: quiere que acepte la investidura
papal y tome ocho medidas que asegurarán la Estrategia del Reino; no le oculta que la misión
será peligrosa en extremo pues los Golen intentarán asesinarlo por cualquier medio. Sin
embargo, Bertrand de Got acepta. También cumplirá lo prometido: prueba de ello son las
incontables calumnias que los historiadores sinárquicos han afirmado sobre su memoria;
194