Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 193
¨El Misterio de Belicena Villca¨
Santo, de la Voluntad del Dios Verdadero; sólo tu Dios Jehová, que es un Demonio llamado
Satanás, al que obedeces servilmente, puede oponerse a esa Ley.
–¡Maldito Golen! –ahora era Charles de Saint Félix, o Charles de Tharsis Valter, o Charles
de Tarseval, el que hablaba– ¡Tened por seguro que el Rey de Francia acabará contigo y con
las Ordenes diabólicas que os secundan! ¡Jamás podréis gobernar al Mundo mientras existan
Iniciados como él o Federico II! ¡Pero tened por más seguro todavía que Nosotros, los
Guerreros Eternos de Kristos Lúcifer, acabaremos algún día con los Jefes de tus Jefes, con la
Jerarquía Oculta de Sacerdotes Supremos que mantienen al Espíritu Increado en la esclavitud
de la materia creada!
Bonifacio palideció y se estremeció de terror al oír al Hombre de Piedra. Uno como halo de
hostilidad esencial se desprendía de aquel Caballero con una intensidad impresionante: ¿qué
era la muerte de la Vida Cálida frente a esa otra Muerte que se intuía a través de su
presencia? ¿qué la pérdida de la Vida, de los goces y riquezas efímeras, del Poder en este
Mundo o el castigo del Supremo Sacerdote en el otro Mundo que tanto lo atemorizaba hasta
entonces, frente al abismo de la Muerte eterna en que lo hundían los Ojos de Hielo del
caballero francés?
–¡Herejes! –gritó fuera de sí, en momentos en que una puerta saltaba hecha añicos y
entraba a toda carrera una multitud precedida por Sciarra Colonna– ¡Respetad a quien, por
disposición del Dios Único, debe gobernar en todo el Orbe!
Sciarra, aquel enemigo mortal de Bonifacio, alcanzó a oír sus últimas
palabras y le propinó una violenta bofetada con la manopla de hierro, haciendo brotar sangre
de su mejilla. Nogaret tuvo que contenerlo para que no lo atravesase allí mismo con su
espada. El pueblo y los soldados, entretanto, echaban mano de cuanto objeto valioso tenían a
su alcance.
Con el palacio tomado, Bonifacio prisionero, y la Ciudad bajo control, la situación no se
presentaba, sin embargo, promisoria. Una cosa era entrar en secreto en Italia, y preparar un
ataque por sorpresa, y otra salir llevando al Papa prisionero. Ni siquiera en Anagni podrían
mantenerse mucho tiempo si los pobladores descubrían cuán pequeño era el número de las
tropas ocupantes. En el puerto de Ostia los esperaba un barco de la familia Annibaldi, aliados
de los Colonna, mas, para llegar hasta allí, necesitarían un importante refuerzo. Los hermanos
de Sciarra eran los encargados de concurrir con 5.000 hombres, pero se retrasaron y el día 7
de Septiembre transcurrió en tensa calma, mientras los anagneses iban despertando de la
sorpresa. El 8, todo seguía igual pero comenzaron a circular rumores entre los pobladores de
que habían sido víctimas de la traición y de un golpe de mano de unos pocos atacantes. La
hostilidad comenzó a hacerse sentir en la forma de múltiples provocaciones a los soldados de
Nogaret y enseguida se vio que habría que dejar Anagni cuanto antes. Guillermo de Nogaret,
Charles de Saint Félix y Sciarra Colonna se hallaban deliberando sobre la conveniencia de
matar a Bonifacio o arriesgarse a llevarlo con ellos cuando se enteran que Godofredo Busso
se ha pasado nuevamente al bando del Papa y les ha cortado la entrada al Palacio.
Inmediatamente se reinicia la batalla, ahora sangrienta, y los tres enviados de Felipe IV se ven
obligados a huir dejando a Bonifacio VIII en manos de los güelfos. Días después se encuentran
en Francia, siendo aprobado por el Gran Rey todo lo actuado en Anagni.
Es que la vida de Bonifacio ya no serviría a los intereses Golen pues aquél había perdido
irremediablemente la razón: un mes después de los sucesos de Anagni, el 11 de Octubre de
1303, moriría en Roma, concluyendo con él la Era de la dominación Golen medieval en la
Santa Sede, y fracasando la inminente concreción de los planes de la Fraternidad Blanca, es
decir, el Gobierno Mundial y la Sinarquía del Pueblo Elegido. La Alta Estrategia de los Señores
de Tharsis y del Circulus Domini Canis estaban triunfando sobre las Potencias de la Materia:
Felipe IV, quien aparecía como la causa exotérica del fracaso Golen, era un Iniciado
Hiperbóreo que cumplía al pie de la letra las pautas esotéricas de la Sabiduría Hiperbórea.
Pero la muerte de Bonifacio, Dr. Siegnagel, señalaba sólo el principio del fin. Faltaba aún
desmantelar la infraestructura financiera de los Templarios, el germen de la Sinarquía del
Pueblo Elegido.
La crisis que quebró el Alma de Bonifacio se produjo cuando su diabólico orgullo se vio
terriblemente humillado por los actos de sus enemigos: Primero el Cátaro Nogaret, tratándolo
como un súbdito del Rey de Francia y haciéndolo prisionero en su nombre. Luego el misterioso
193