Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 190

¨El Misterio de Belicena Villca¨ Los Nobles, las Ciudades, y los Obispos nacionalistas aceptan. Guillermo de Plasian solicita ser el acusador de Bonifacio en el futuro Concilio; es aceptado también, y lee una declaración donde expone sus argumentos: “Yo, Guillaume de Plasian, Caballero, digo, anticipo y afirmo que Bonifacio, quien ahora ocupa la Santa Sede, será hallado un hereje perfecto, de acuerdo a las herejías, hechos prodigiosos y doctrinas perversas mencionadas a continuación: 1ro. no cree en la inmortalidad del Alma; 2do. no cree en la vida eterna, pues afirma que más bien desearía ser un perro, un asno o cualquier otro bruto antes que francés; cosa que no diría si creyera que un francés tiene un Alma eterna. No cree en la Presencia verdadera, pues adorna su trono con mayor magnificencia que el altar. Ha dicho que para humillar a su majestad y a los franceses trastocaría el Universo entero. Dio su aprobación al libro de Arnaud de Villenueve, el brujo protegido de los cistercienses, que había sido condenado por el Obispo y la Universidad de París. Hizo erigir estatuas de sí mismo en las Iglesias con el propósito de que se le rinda culto junto al Crucificado. Tiene un Demonio familiar, al que llama ‘Bafoel’ que le revela cuanto desea saber: por eso dijo que aunque toda la humanidad estuviese ubicada a un lado, y él solo en el otro, él no puede equivocarse, ya se trate de un aspecto de hecho o de derecho. Expresó en su prédica pública que el Sumo Pontífice, así ponga precio a todos los sacramentos y cargos eclesiásticos, no puede cometer simonía, lo que es una herejía afirmar. Al igual que un hereje confirmado, que sostiene que sólo la suya es la fe verdadera, calificó a los franceses –notoriamente uno de los pueblos más cristianos– de Cátaros. Él es un repugnante sodomita, como lo prueban numerosos testimonios. Es también un asesino: en su presencia hizo dar muerte a muchos clérigos diciendo a sus guardias, cuando no llegaban a matarlos con el primer golpe: ‘Golpea, golpea, Dali, Dali’. Obligó a sacerdotes a violar los secretos del confesionario. No observa vigilias ni ayunos. Lanza filípicas contra el Colegio de Cardenales, contra la Orden de Caballeros Teutónicos, contra la Orden de Predicadores Domínicos, contra los hermanos menores y los Franciscanos Espirituales, repitiendo a menudo que arruinan el mundo, que son hipócritas y falsos, y que nada bueno habrá de suceder a quien se confiese ante ellos. Tratando de destruir la fe, ha concebido una vieja aversión contra el Rey de Francia, en su odio hacia la fe del verdadero Cristo, porque en Francia es donde está y estuvo el esplendor de la fe, el gran apoyo y ejemplo de la Cristiandad. Levantó a todos contra la Casa de Francia, a Inglaterra, a Germania, confirmando el título de Emperador al Rey de Germania, y proclamando que hacía eso para destruir el orgullo de los franceses, quienes se vanagloriaron de no estar sujetos a nadie en cuanto a las cosas temporales, que nadie había en la tierra arriba de su Rey, añadiendo que ellos mintieron a través de su gola, y declarando que así un Ángel descendiese del cielo y dijese que los franceses no están sujetos ni a Bonifacio ni al Emperador, sería una anatema. Permitió que se perdiera la Tierra Santa… empleando en sus guerras personales y en sus lujos el dinero destinado a la defensa de ese sitio. Ha sido públicamente reconocido como simoníaco, y mucho más aún, como la fuente y la base de la simonía, vendiendo beneficios al mejor postor, imponiendo sobre la Iglesia y sobre el Obispo servidumbre y vasallaje, con objeto de enriquecer a su familia y a sus amigos con el patrimonio del crucificado, y para convertirlos en Marqueses, Condes, Barones. Disuelve matrimonios por Dinero… anula los votos de las monjas… en síntesis, Caballeros, dijo que, en breve, haría de todos los franceses mártires o apóstatas”. Impresionados por las acusaciones de Plasian, todas acompañadas de abundantes pruebas, los parlamentarios convienen en invitar a Bonifacio VIII a asistir al Concilio para que ejerza su defensa. Empero, Felipe IV no se conforma con la aprobación colectiva y redacta cartas personales a las numerosas diócesis de Francia; mientras Nogaret parte a Roma para notificar al Papa, Guillermo de Plasian, escoltado por disuasiva tropa real, visita personalmente cada ciudad, poblado o aldea, y recoge la firma de los estamentos. Como cabía esperar, casi todos firman al leer la carta del Rey y oír la exposición del acusador oficial; sólo se resisten los cistercienses y las otras Órdenes benedictinas, principales refugios de los Golen: Citeaux, el Cluny, y el Temple, desaprueban airadamente la conducta de Felipe el Hermoso y manifiestan que nada hay de reprochable en Bonifacio VIII. En cambio la Universidad de París, los domínicos de París y los franciscanos de Turena se declaran a favor del Rey. 190