Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 188

¨El Misterio de Belicena Villca¨ Durante el Concilio no se toma ninguna resolución contra Felipe IV pues, como en la fábula, no existiría ningún ratón dispuesto a colocarle el cascabel al gato. Sin embargo, la furia de Bonifacio no tiene límites cuando le informan que en Francia se han confiscado los bienes de los Obispos presentes y se les ha promovido un juicio por alta traición. Así, el 18 de Noviembre publica la bula Unam Sanctam, que sería considerada como la más completa exposición jurídica jamás realizada en favor del absolutismo papal y sacerdotal. Imposibilitados de tomar otras medidas más efectivas contra Felipe el Hermoso, los Golen intentan entablar una polémica jurídica sobre el tema del “poder espiritual” y el “poder temporal”; por eso Bonifacio vuelve a insistir una vez más con la analogía de las Dos Espadas: la táctica consiste en conseguir que se acepte, como un silogismo, la verdad de que la Espada espiritual está por encima de la Espada temporal; admitido esto, se sigue con la identificación del Papa con la Espada espiritual y del Rey con la Espada temporal: la conclusión, evidente y lógica, es que el Rey se debe someter al Papa pues con ello se cumple “la Voluntad de Dios”. La idea no era nueva, pero ahora se la elevaba a Dogma oficial de la Iglesia y su rechazo explícito implicaría el pecado de herejía. Recordemos, Dr. Siegnagel, las principales conclusiones de la bula. Para empezar, afirma la existencia de una sola Iglesia, negando la reciente acusación de los Domini Canis de que, dentro de la Iglesia Católica, existe una Iglesia Golen, herética y satánica, de la cual Bonifacio VIII sería uno de los jefes; de allí el nombre de la bula: Unam Sanctam Ecclesiam... En esta única Iglesia “estamos obligados a creer porque fuera de ella no hay salvación ni perdón de los pecados”. Y esta única Iglesia es análoga a un cuerpo orgánico, en el cual la cabeza representa a Jesucristo y, también, al Papa, el Vicario de Jesucristo: “Por tanto, en esta sola y única Iglesia hay un solo cuerpo, una sola cabeza, y no dos cabezas como las que tiene un monstruo; a saber: Jesucristo y el Vicario de Jesucristo, Pedro y los sucesores de Pedro, son la cabeza de la Iglesia”. “Por esto, las Espadas espiritual y temporal están sujetas al poder de la Iglesia; la segunda debe ser usada para la Iglesia, y la primera por la Iglesia; la primera por el Sacerdote; la segunda, por mano de los Reyes y Caballeros, pero a voluntad y conformidad del Sacerdote”. “Una espada, sin embargo, debe estar supeditada a la otra, y la autoridad temporal al poder espiritual”. El Rey no debe inmiscuirse en los asuntos de la Iglesia, así se trate de lo relativo a sus rentas, pues si tal hace comete un grave error, interfiere con el “poder espiritual”, y el Papa está obligado a j u zg a r l o y l l a ma r l o al orden, sin que, por el contrario, exista nadie sobre la Tierra que pueda juzgar al Papa: “Vemos esto claramente en la aportación de diezmos, tanto en la glorificación como en la santificación, en la recepción de ese poder y en el gobierno de las cosas. Porque, como la verdad testifica, el poder espiritual debe instituir y juzgar el poder terrenal, de no ser éste correctamente ejercido”. “Por tanto, si el poder terrenal yerra, puede ser juzgado por el poder superior; pero si en verdad yerra el poder supremo, éste sólo puede ser juzgado por Dios, no por hombre alguno”. Vale decir, que todas las acusaciones contra Bonifacio VIII expuestas durante la Asamblea de los Estados Generales, y transcriptos en las cartas a los Cardenales, carecen de valor por provenir de quienes no tienen capacidad espiritual para juzgar los actos del Papa: sólo Dios puede hacerlo. Y creer lo contrario es manifiesta herejía: “Por tanto, quienquiera se resista a este poder así ordenado por Dios, se resiste a la ley de Dios, a menos que pretenda la existencia de dos principios, como los maniqueos... Por lo que declaramos, decimos y definimos que es enteramente necesario para la salvación, que todas las criaturas humanas estén sujetas al Sumo Pontífice Romano” (“Porro Subesse Romano Pontifici, omni humanae creaturae declaramus, decimus et diffinimus omnino esse, de necessitate salutis”). El guante estaba lanzado a la cara del Rey de Francia; y se advertía claramente, en las palabras de la bula, la intención de excomulgarlo. En los siguientes cuatro meses, Felipe el Hermoso y los Domini Canis celebran varias reuniones secretas. El prestigio de Bonifacio VIII ha caído más bajo que nunca en Francia, luego de la bula Unam Sanctam: es el momento, proponen los Señores del Perro, de deponer al Papa; una vez decapitado el Dragón Golen, será más fácil faenar su cuerpo. Empero, el argumento de la ilegitimidad de su investidura no cuenta con el respaldo unánime de la Universidad de París, requisito necesario para fundamentar el reclamo o la imposición de una nueva elección papal. Cobra fuerza, en cambio, la idea de presentar una acusación de herejía: 188