Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 177

¨El Misterio de Belicena Villca¨ Para demostrar que el Cerco estratégico, y la Nación definida por él, era sólo una idea mezquina, elaborada por hombres mediocres, estrechos y egoístas, que jamás aceptarían el “Alto Ideal del Universalismo”, empleaban al cristianismo como instrumento para igualar culturalmente a los pueblos y los condicionaban para identificar el Principio Universal de Poder con el Papa de Roma, quien indudablemente empuñaba la Espada sacerdotal que dominaba a las Espadas temporales de los Reyes: el Papa era un verdadero Soberano Universal, que imperaba sobre los pueblos y Naciones; frente a su “Grandeza y Poder”, la obra de los Reyes de la Sangre habría de aparecer a los hombres dormidos evidentemente desprovista de carácter místico; y la Aristocracia del Espíritu y la Sangre, sería, para aquellos igualitaristas fanáticos, una creación artificial de la Nobleza, un producto de los privilegios de la sociedad feudal. Y para desprestigiar a la guerra como medio de afirmar la Mística nacional, proponían la utopía de la paz: una paz perpetua que se obtendría en todo caso si la humanidad entraba en la etapa del universalismo religioso, si todos los poderes seglares, las Espadas temporales, se doblegaban ante la Espada sacerdotal del Sumo Pontífice católico; entonces se acabarían las guerras y los cristianos vivirían siempre en paz, lejos de las armas y los campos de batalla, y del capricho de los Señores, entregados al trabajo y a la oración, protegidos por la justicia absoluta de los Representantes de Dios y de su Ley; un solo Gobierno Mundial retendría el Poder, y hasta sería posible que las Dos Espadas estuviesen en manos de un Papa imperial; y la paz traería riqueza para todos por igual; pero esa riqueza sería administrada justa y equitativamente por una Banca única, producto de una concentración bancaria, o Sinarquía financiera, dependiente exclusivamente del Sumo Sacerdote que detentaría el Poder Universal. El pueblo cristiano, pues, no debía dudar sobre quién representaba realmente sus intereses y a quién se debía conceder sin chistar la Soberanía Universal: el ocupante del Trono de San Pedro, el propulsor de la universalis pax, el regente de la Paloma de Israel. Contra esa civilización cristiana de Amor y Paz, de cultura igualitaria, se oponían las fronteras nacionales y los Reyes de la Sangre; y la civilización pagana del Odio y la Guerra, que invariablemente se producía dentro de los cercos místicos; y la Aristocracia del Espíritu; y los sujetos estratégicos que carismáticamente percibían y conocían los límites de las fronteras nacionales: contra ellos lucharía sin declarar la guerra, subversivamente, el Enemigo interno, y externo, de la Nación, apoyado en sus fuerzas de quinta columna, en sus organizaciones internacionales, que apuntaban, todas, al establecimiento del Gobierno Mundial y la Sinarquía Universal del Pueblo Elegido. ¿Y quién era, pues, el Enemigo de la Nación francesa? Con el asesoramiento de los Domini Canis, Felipe IV determina rigurosamente la identidad del Enemigo, quien se despliega en varias alas tácticas. Por orden de peligrosidad, las distintas líneas de acción eran llevadas adelante por las siguientes organizaciones: I) la Iglesia Golen. Hacía siglos, ya, que los Golen controlaban la elección papal y, desde Roma, dirigían el mundo cristiano. Si bien el principal enemigo propiamente dicho eran los Golen, éstos se opondrían a Felipe IV como Enemigo externo a través del Papa y como Enemigo interno por medio de sus Órdenes monásticas, guerreras y financieras. II) Las Ordenes Golen benedictinas: la Congregación de Cluny, la Orden Cisterciense, y la Orden Templaria, que empleaban el Reino de Francia como base de operaciones. III) El Pueblo Elegido, con su permanente tarea corruptora y desestabilizadora. IV) La Banca lombarda, propiedad de las Casas güelfas de Italia. V) La Casa real inglesa, controlada por los Golen anglosajones y propietaria de grandes feudos en el Reino de Francia. VI) Ciertos Señores feudales vasallos del Rey de Francia, tales como el Conde de Flandes, que traicionaban al Rey en favor de la Casa real inglesa, motivados por intereses comerciales y financieros, a los que no eran ajenos los numerosos y ricos miembros del Pueblo Elegido que infectaban las ciudades flamencas e inglesas, y por la influencia antifrancesa de los Golen anglosajones. Tercero: construir la Muralla Estratégica. Ocioso es aclarar que Felipe IV no llegó a cumplir el tercer objetivo del modo de vida estratégico pues, si tal cosa hubiese ocurrido, la historia de la Humanidad habría tomado un rumbo totalmente opuesto y no se encontraría hoy, nuevamente, en los momentos precedentes a la instauración del Gobierno Mundial y la Sinarquía del Pueblo Elegido. La aplicación del Principio del Cerco, cumplida brillantemente 177