Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 176
¨El Misterio de Belicena Villca¨
geográfico o cultural, y recibe carismáticamente la Mística nacional; y la Nación es una y la
misma para todos.
Y ahora se comprenderá mejor Dr. Siegnagel, el carácter carismático de la Función Regia:
de acuerdo con la Sabiduría Hiperbórea, si el Centro de una Mística nacional se corporiza
en un hombre, éste, sin ninguna duda, es el Rey de la Sangre Pura, Líder racial, Jefe
carismático, etc., de ese pueblo. El Rey de la Sangre constituye, pues, el Centro
fundamental de la Mística del Reino, que es el mismo centro que radica simultáneamente en
todos sus súbditos: “de manera que nada material puede interponerse entre el Rey de la
Sangre y el pueblo”, pues entre ellos existe la Vinculación Carismática en el Origen
común de la Sangre Pura.
Al aplicar el principio del Cerco a su Reino, Felipe IV percibe la Mística de la Nación
francesa y observa también, como por contraste, al Enemigo, externo e interno. ¿Quién es el
Enemigo? Hay que considerar varios grados. En primer lugar, el Enemigo es todo aquel que se
opone al establecimiento del Cerco estratégico: quien reconoce una frontera nacional pero no
la acepta; quien presiona contra alguna de las fronteras nacionales. En este caso está, por
ejemplo, otra Nación, vecina o no, pero que ejerce el poder incuestionable de expandir su
cerco nacional, basado en el Derecho Divino del Espíritu a Reinar sobre pueblos racialmente
inferiores y a ocupar su territorio: la polémica la decidirá la guerra, el medio por el cual se
determina inequívocamente qué Nación posee la mejor Estrategia Hiperbórea y, por
consiguiente, cuál es el pueblo de Sangre más Pura y quién es el Rey de la Sangre más
espiritual. Pero éste es un Enemigo digno, puesto que reconoce la existencia de la Nación
adversaria aunque no respeta los límites de su Cerco: con un Enemigo tal, siempre es posible
pactar un acuerdo de coexistencia nacional, que no significa, desde luego, la paz definitiva, ya
que no es posible suspender el efecto carismático de la Aristocracia de la Sangre Pura: tanto
en una como en otra Nación, irán surgiendo líderes que intentarán dirimir la cuestión. La paz
permanente no se concibe en la Estrategia nacional de los pueblos del Pacto de Sangre sino
un concepto del todo diferente, conocido como Mística nacional, y que se alcanzará por
ambos pueblos al final de la Guerra: el objetivo primero de la guerra nacional no es, así, la
mera ocupación del territorio enemigo, ni la imposición de una Cultura ajena, ni la aniquilación
del pueblo enfrentado; todos estos objetivos, puestos en primer término, obedecen a las
desviaciones estratégicas introducidas por los Sacerdotes del Pacto Cultural; el objetivo
principal es la incorporación de la Nación enemiga a la Mística nacional propia, la Vinculación
Carismática entre ambos pueblos y la coincidencia con el Rey de la Sangre, cualquiera sea
éste; y si ello supone la destrucción de una Casa real, la extinción de una Voz del pueblo, la
Mística triunfante se manifestará, para todos los sujetos estratégicos en pugna, en otra Voz del
Pueblo de carácter carismático superior, que los expresará a todos por igual.
Pero, en segundo grado, hay que considerar al Enemigo que no admite siquiera el
derecho de existir a las Naciones Místicas. Con este Enemigo no es posible conciliaciones de
ninguna clase. Claro que él tampoco las solicita, puesto que jamás declara abiertamente la
guerra, a la que dice repudiar, y prefiere operar secretamente, desde adentro del Cerco
estratégico. Se propone así corromper y destruir las bases c a r i s má t i c a s del Estado místico
y causar el debilitamiento y eventual supresión de los límites del Cerco nacional, es decir,
causar la deformación y desintegración de la forma mística. Ese Enemigo, al que hay que
calificar de sinárquico, cuenta en todas las Naciones, y en todos los estamentos de las
estructuras estatales, con organizaciones de agentes adoctrinados en los objetivos del Pacto
Cultural: tales internacionales satánicas conspiran contra la existencia misma de la Nación
mística; y, por ende contra la aplicación del principio del Cerco y la Vinculación Carismática
entre el Rey y el pueblo, que pone a la Nación fuera de su Control, es decir, fuera del Control
de la Fraternidad Blanca, que es quien alienta, nutre y vivifica, a los internacionalismos
sinárquicos. Los planes de la Fraternidad Blanca, ya expliqué sobradamente, apuntan a
establecer la Sinarquía Universal del Pueblo Elegido.
Por eso aquellas internacionales, coincidían todas en sustentar los principios del Pacto
Cultural, dirigidos arteramente a debilitar los fundamentos estratégicos hiperbóreos de los
Pueblos del Pacto de Sangre: Para quitar base ética a la realidad de la Aristocracia del
Espíritu, fundada sobre la herencia racial del Símbolo del Origen en los pueblos de Sangre
Pura, afirmaban la igualdad de todos los hombres frente al Creador Jehová Satanás.
176