Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 169
¨El Misterio de Belicena Villca¨
en modo alguno merecía el apodo de “el Atrevido”, se hubiese lanzado a la aventura de la
cruzada sin la insistencia sostenida de Martín IV y la presión de los Golen franceses. El legado
Papal advierte a Pedro III “que debe obedecer al Pontífice y entregar sus Reinos al Rey de
Francia”, a lo que el aragonés responde: “es fácil tomar y dar Reinos que nada han
costado. El mío, comprado con la sangre de mis abuelos, deberá ser pagado al mismo
precio”. En Cataluña la resistencia se torna encarnizada; todas las clases sociales apoyan a
Pedro III en lo que se presiente como una Guerra Total. Los Caballeros aragoneses, los
infalibles ballesteros catalanes, los feroces guerreros almogávares, los sirvientes y
combatientes del pueblo, detienen, hostilizan e infligen permanentes derrotas a los Cruzados.
Al fin, una epidemia termina por desmoralizarlos y optan por retirarse a los Pirineos. Pero en el
Collado de Paniza los está esperando Pedro III, que se ha adelantado a cortarles el paso, y se
libra durante dos días la gran batalla. El ejército francés resulta aniquilado: de los trescientos
mil Cruzados sólo cuarenta mil regresan vivos; el rey Felipe III muere en la campaña y a
Francia le será imposible ya la conquista de Aragón. Es en estas circunstancias que accede
al trono de Francia Felipe IV, el Hermoso.
Trigesimoquinto Día
El 7 de Enero de 1285 muere Carlos de Anjou, enfermo y desesperado. En Marzo de 1285
fallece el Papa Golen Martín IV. Felipe III, Rey de Francia, perece el 5 de Octubre de 1285. Y
al finalizar aquel fatídico año, el 11 de Noviembre de 1285, expira Pedro III de Aragón, el Rey
que consiguió vencer a la fuerza conjunta de los tres precedentes y frustrar en gran medida los
planes de la Fraternidad Blanca. A su muerte, sus Reinos se reparten entre sus hijos, ciñendo
Alfonso la triple Corona de Aragón, Cataluña y Valencia, y Jaime la de Sicilia, sucedido por
Fadrique I. Pero Juan de Prócida, y los Señores del Perro, continúan asesorando a los Reyes
de Aragón.
Así pues, con la muerte de Felipe III, los Golen suponen que sus planes están
momentáneamente retrasados. Mas, ¿sólo momentáneamente retrasados o sus planes
están definitivamente frustrados, sin que Ellos consigan advertirlo a tiempo? Como se verá
enseguida, solo demasiado tarde comprobarán los Golen que algo muy extraño le ha ocurrido
al sucesor de Felipe III. En efecto, aquel Rey, cuya educación fue confiada a los monjes más
eruditos de Francia, esto es, a los domínicos, se había convertido en un Iniciado
Hiperbóreo, en un potencial enemigo de los planes de la Fraternidad Blanca. ¿Cómo ocurrió
tal herejía? ¿Quién lo inició en la Sabiduría Hiperbórea? La respuesta, la única respuesta
posible, sería la increíble posibilidad de que dentro de la Iglesia, en la Orden de los
Predicadores, existiese una conspiración de partidarios del Pacto de Sangre, un conjunto de
Iniciados en la Sabiduría de los Atlantes Blancos. No sospechan por supuesto, de los Señores
de Tharsis, a quienes consideran definitivamente extinguidos, y no aciertan a descubrir
oportunamente a los culpables del desastre: el golpe será demasiado conmocionante para
asimilarlo con la necesaria rapidez. Y esa perplejidad inevitable, esa sorpresa paralizante
causada por la Alta Estrategia de los Señores de Tharsis y el Circulus Domini Canis,
señalaría el principio del fin de la Estrategia enemiga: a partir de entonces, luego que Felipe IV
desempeñase brillantemente su misión, los Golen y la Fraternidad Blanca tendrían que
esperar hasta el siglo XX antes de disponer de otra oportunidad histórica para instaurar el
Gobierno Mundial y la Sinarquía del Pueblo Elegido.
Como dije, los Golen no conseguirían contrarrestar las consecuencias de la nueva
situación. Habían maniobrado por varios años para fortalecer en Europa a la Casa de Francia
y de su seno les surgía un Rey hostil a la hegemonía papal. Habían cedido el terreno de la
enseñanza académica a los monjes domínicos y resultaría que entre ellos estaban infiltrados
los enemigos del Dios Uno. Y, lo que era peor, a aquella Orden de Predicadores se les había
confiado el Tribunal del Santo Oficio, encargado de inquirir sobre la fe. Hasta entonces, la
Inquisición les permitía eliminar o neutralizar oposiciones bajo la amenaza de la acusación de
herejía, pero, y esto lo asumían claramente, los mayores herejes eran ellos: en adelante,
deberían obrar con cautela porque si no, a semejanza del jiu jitsu, la propia fuerza del
atacante podría ser vuelta en su contra.
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