Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 167

¨El Misterio de Belicena Villca¨ El Caballero siciliano viaja vistiendo el hábito domínico. Se entrevista con los principales representantes del partido gibelino de Italia y Sicilia, quienes prometen ayudar al Rey de Aragón, y en 1279 llega a Constantinopla para pactar con el Emperador Miguel Paleólogo, que está por ser atacado con una flota por Carlos de Anjou. Sin embargo, hecho que Carlos de Anjou no sospecha, no existe en ese momento en el mundo flota más poderosa que la armada catalana del Rey de Aragón. El bizantino contribuye con treinta mil onzas de oro para sostener la campaña y Juan emprende el regreso, previo paso por la isla de Sicilia; allí recoge el compromiso del Noble Alécimo de Leutini, y otros, de preparar un alzamiento contra los franceses; todas estas gestiones obedecen a la Estrategia de Pedro III, que desea evitar un enfrentamiento directo entre Francia y Aragón y prefiere que el cambio surja de un complot local contra Carlos de Anjou. En 1281 todo está listo para la revuelta cuando una maniobra de los Golen obliga a suspender los movimientos. Carlos de Anjou fuerza en Viterbo la elección de Simón de Brieu, un Cardenal francés altamente esclarecido sobre los planes de la Fraternidad Blanca, que profesa un odio feroz hacia la Casa de Suabia y la Causa gibelina. Toma el nombre de Martín IV e inmediatamente desata una terrible persecución de gibelinos en toda Italia: evidentemente los Golen sospechan que algo se trama contra Carlos e intentan detenerlo. Martín IV es un típico exponente de la mentalidad Golen, a la que entonces se llamaba impropiamente “güelfa”: de la pasta fanática de Gregorio VII e Inocencio III, posee además la crueldad de un Arnauld Amalric; por su instancia las matanzas, violaciones y saqueos se suceden sin cesar, sometiendo a los sicilianos a un régimen de terror insoportable: al final la misma Roma acabará rebelándosele. Pero en 1282 ese estado de cosas toca a su fin en Sicilia. Durante la celebración de la pascua, el 30 de marzo, un soldado francés intenta abusar de una joven siciliana en Palermo y, al grito de “mueran los franceses”, estalla la insurrección general: los franceses son exterminados en Palermo, Trápani, Corleone, Siracusa y Agrigento; en un día mueren ocho mil y el resto debe huir precipitadamente de la isla. Al mes no se podía hallar francés vivo en toda Sicilia. Fueron aquellas reacciones populares las famosas “Vísperas Sicilianas”, que no ocurrieron al azar puesto que en esos días había zarpado de Barcelona Pedro III con su poderosa armada y se encontraba en África, a escasa distancia de Sicilia. Sus proyectos, largamente elaborados, se llevaron a cabo con gran precisión; en junio avista varias naves sicilianas: son embajadores de Palermo que vienen a ofrecer la Corona de Sicilia al Rey de Aragón y a la Reina Constanza. Poco después desembarca en la isla en medio del júbilo general del pueblo, que se veía con ese acto de soberanía libre para siempre de la dominación francesa y güelfa. No se trataba, pues, de invasión sino de una legítima elección real: el pueblo siciliano, librado por sus propios medios de la ocupación francesa se daba sus propios reyes, restaurando así los derechos antiguos de la Casa de Suabia en la persona de la nieta de Federico II. Pero los Golen no se tragan el anzuelo. Observe, Dr. Siegnagel, que nuevamente los Golen parecían tener ganada la partida: no existían ya los herejes Cátaros, ni se dejaba sentir la presencia del Gral, ni había un pretendido Emperador Universal como Federico II que disputase al Papa el Poder Espiritual, ni siquiera había Rey en Alemania, y sí un Rey en Francia, Felipe III, completamente controlado por la Iglesia, y una Sinarquía Financiera Templaria en plena marcha, y un Rey francés, Carlos de Anjou, ocupando las dos Sicilias y manteniendo a raya a los luciféricos gibelinos. Pero de pronto el Golpe de Pedro III, que ellos no podían prever porque era un producto de la Alta Estrategia de los Domini Canis, hacía resurgir el peligro del gibelinismo y amenazaba con el fracaso a los planes de la Fraternidad Blanca. Los Golen no lo iban a permitir impunemente. En noviembre de ese año Martín IV fulmina la excomunión contra Pedro III y lo conmina a retirarse de Sicilia y amar a Carlos de Anjou, fiel vasallo del Papa. Ante la indiferencia del aragonés repite la excomunión en enero y marzo de 1283, preparando la mano para asestar a éste una puñalada por la espalda: en la última bula, en efecto, afirma que el Reino de Aragón es vasallo del Papa por compromiso de Pedro II, el abuelo de Pedro III muerto en la batalla de Muret, y que el Pontífice tiene la facultad de nombrar como Rey a quien mejor le pareciere; quita pues la Corona al excomulgado aragonés y priva de los sacramentos de la Iglesia a los pueblos y lugares que le obedecieren. El plan Golen consistía en librar una lucha a muerte contra Pedro III y ensanchar el Dominio de Francia a costa del de Aragón: sería el paso 167