Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 166
¨El Misterio de Belicena Villca¨
mercenario de treinta mil hombres. Aquella tropa de aventureros sin ley penetra en Italia en
1264 y derrota completamente a Manfredo en la batalla de Benevento: luego se entregarían a
matanzas y saqueos sin par, sólo comparables a las invasiones bárbaras. En la mencionada
batalla, además de Manfredo, perdieron la vida muchos Caballeros del bando gibelino, entre
ellos el padre de Roger de Lauría, niño que se criara en la cámara del Rey de Aragón, Pedro
III, pues su madre era Dama de Compañía de la Reina Constanza; Roger de Lauría fue, por
supuesto, el genial almirante de la armada catalana, la más poderosa de su Época, con la que
Pedro III conquistó el reino de Sicilia años más tarde.
Muerto Manfredo, y desbaratado el partido gibelino, sólo queda el niño Conradino en
Suabia como último retoño viril de los rebeldes Hohenstaufen. Carlos de Anjou acuerda con
Urbano IV la usurpación de sus derechos: se hace proclamar Rey de Nápoles y se apodera de
Sicilia. Inmediatamente establece un régimen de terror, orientado principalmente contra el
bando gibelino; las expropiaciones de bienes y títulos, ejecuciones y deportaciones, se
suceden sin cesar; en poco tiempo los franceses son tan odiados como los sarracenos de
Tierra Santa. Una de las víctimas más ilustres es Juan de Prócida, el Sabio de las Cortes de
Federico II y Manfredo: miembro de una noble familia gibelina, Señor de Salerno, de la isla de
Prócida, y de varios Condados, no sólo sería despojado de sus títulos y bienes, sino que
Carlos de Anjou cometería una cobarde violación con su esposa e hija; sólo salvaría la vida
merced a la admirable prudencia con la que supo tratar al Papa Golen Urbano IV.
Un gran clamor se eleva en los años siguientes contra la dominación francesa. En 1268
Conradino, que a la sazón contaba con dieciséis años, acude a Italia al frente de un ejército de
diez mil hombres, confiando que en la península se le unirían más tropas. Carlos lo aniquila en
Tagliacozzo, haciendo pasar horrible suplicio a los Caballeros que logra tomar prisioneros.
Conradino, el último Hohenstaufen, trata de embarcarse para huir de Italia pero es traicionado
y conducido a poder de Carlos de Anjou. Se suscita un pedido unánime para que el nieto de
Federico II sea perdonado, pero Clemente IV se muestra inflexible: “la muerte de Conradino es
la vida de Carlos de Anjou”; los Golen no están dispuestos a suspender el exterminio de la
Estirpe que tanto mal causó a los planes de la Fraternidad Blanca.
Luego de una parodia de juicio, Conradino es condenado a muerte en Nápoles. Antes de
entregar la cabeza al verdugo, el niño demuestra su gallardía mediante un gesto que
significará, a corto plazo, la virtual derrota de Carlos de Anjou: se quita un guante y lo arroja a
la multitud que ha venido a observar la ejecución, mientras grita: ¡Desafío a que un verdadero
Caballero de Cristo vengue mi muerte a manos del Anticristo! Un instante después es
decapitado ante la presencia de Carlos de Anjou, el legado papal, numerosos Cardenales y
Obispos, y decenas de Golen que no pueden ocultar su regocijo por la extinción del linaje de
los Hohenstaufen: en ese momento sólo quedaba vivo el Rey de Cerdeña Enzo, hijo de
Federico II, pero prisionero de por vida en un Castillo de Boloña desde 1249, quien sería
prontamente envenenado para mayor seguridad. No obstante, el gesto de Conradino no sería
en vano, pues aún quedaban Caballeros dispuestos a luchar contra las fuerzas satánicas: el
guante es recogido por Juan de Prócida en nombre de Pedro III de Aragón, esposo de
Constanza de Suabia. La hija de Manfredo, y prima hermana de Conradino, es ahora la
legítima heredera de los derechos que la Casa de Suabia tiene sobre el trono de las dos
Sicilias y la única esperanza del partido gibelino.
Hay que ver en la acción desplegada desde entonces por Juan de Prócida, otro aspecto
de la oposición de la Sabiduría Hiperbórea a los planes de la Fraternidad Blanca, vale decir, de
la causa esotérica del fracaso de dichos planes. En efecto, aquel gran Iniciado Hiperbóreo se
refugió en Aragón, junto a otros ilustres perseguidos por Carlos de Anjou y los Golen, y fue
incorporado a la nobleza aragonesa. El Rey le otorgó varios Señoríos en Valencia, desde
donde tomó contacto con el Circulus Domini Canis y se integró a su Estrategia. A él, más
que a nadie, corresponde el mérito de haber persuadido a Pedro III sobre la justicia de la
Causa gibelina. Durante años este Señor del Perro asesora al Rey de Aragón sobre los
asuntos de Italia y planifica el modo de conquistarla; le secundan con ánimo entusiasta,
Constanza, que desea vengar a su padre Manfredo y a la destrucción de su familia, Roger de
Lauría, Conrado Lancia, y otros Caballeros sicilianos no iniciados. En 1278 Pedro III se siente
lo suficientemente fuerte como para llevar a la práctica su proyecto siciliano. Envía entonces a
Juan de Prócida en misión secreta a Italia y Medio Oriente.
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