Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 163

¨El Misterio de Belicena Villca¨ El flamante Conde de Tarseval repobló la Villa de Turdes con quinientas familias de Barcelona y asentó una guarnición en la Residencia Señorial de trescientos soldados catalanes. Donde se encontraba la Capilla, al pie de la Sierra Candelaria, mandó construir una pequeña fortaleza compuesta de una torre y muralla: en adelante, aquel lugar estaría siempre bajo la observación de los centinelas del Condado. No habiendo Noyos ni Vrayas que hiciesen guardia en la Caverna Secreta, lo mejor sería mantener vigilancia sobre la Sierra para alejar a los curiosos o posibles sospechosos. Tres años después, el Conde de Tarseval viajó a Austria y contrajo enlace con Vrunalda, transformada ahora en Dama germana. La Residencia Señorial, remodelada y fortificada por los catalanes, recibió entonces a aquella tímida Señora, que jamás acababa de aprender la lengua de Alfonso X y prefería pasar las horas rezando en la iglesia de la Gruta antes que gozar de las costumbres cortesanas. La familia resultó prolífica en hijos e hijas con lo que la continuidad de la Estirpe de Tharsis quedó hasta cierto punto asegurada. Por lo demás, el Condado disfrutó de relativa tranquilidad durante los años siguientes, debido especialmente al cuidado que puso el Conde en no dejarse arrastrar por las luchas de intereses que sostenían los monarcas de Portugal y Castilla. Cuando el Rey Sancho IV reincorpora la región de Huelva, y le concede su señorío con carácter vitalicio a Don Juan Mate de Luna, el Condado de Tarseval pasa sin problemas a la corona de Castilla, quien confirma los derechos y las armas del Conde catalán. Igual respeto mostrarían Fernando IV y los sucesivos propietarios y Señores del país de Huelva. En resumen, la familia que se desarrollaba en España, en los antiguos dominios de la Casa de Tharsis, cumpliría con creces las metas propuestas por Rodolfo y los Señores del Perro, aunque conservaría hasta mediados del siglo XIV el secreto de su linaje. Pero no todo ocurrió como Rodolfo lo esperaba: hubo una excepción, mas, como dije al comienzo, ello no modificó los objetivos de la Estrategia. El problema lo planteó Valentina, que era una joven llena de dones pero extremadamente apasionada. Rodolfo había concertado con un Señor de Flandes, partidario, tanto él como su familia, de los Domini Canis, el compromiso de casamiento entre su hijo y Valentina: el prometido, un Capitán a las órdenes del Duque de Flandes, estaba ciertamente conforme con la boda. Pero no así Valentina. ¿Por qué?: lo que nadie imaginó en aquel Consejo de Familia, había ocurrido en San Félix de Caramán; Valentina se había enamorado perdidamente de Pedro de Creta. Naturalmente, algo tenía de especial el Caballero bizantino puesto que ya había sido amado por otra Dama de Tharsis, su finada esposa. Pero la pasión que esta vez despertó en el Frío Corazón de Valentina, superó todos los argumentos de Rodolfo y todo razonamiento o consejo de los Hombres de Piedra; la Dama no atendía razones: o se casaba con Pedro de Creta o la Estrategia de supervivencia de la Estirpe no pasaría por ella. ¿Y qué decía a todo esto Pedro de Creta? Sin dudas estaba también enamorado, pero, afirmaba, el juramento contraído frente a su familia asesinada lo inhibía para formalizar otro casamiento: antes debía tomar venganza, castigar de algún modo a los malditos Golen. Con ese propósito había llegado hasta allí y aún aguardaba ser orientado hacia la guarida de los Demonios. Pero su paciencia se agotaba y, si no obtenía pronto la dirección requerida, partiría solo, poniendo su rumbo, como Caballero errante, en manos de Dios. Como se ve, la situación era enredada pero no imposible de resolver. El dilema que podría presentar Pedro de Creta, sobre si sería o no digno de desposar a una Dama de Tharsis, ya estaba dilucidado de entrada con su anterior matrimonio. Su familia pertenecía a la nobleza bizantina; en el reparto de una herencia, había salido mal parado por las intrigas de ciertos familiares y, finalmente, se vio obligado a huir. Uno de los Señores de Tharsis lo conoció en Constantinopla y le ofreció aquel puesto en España. Tenía ahora treinta y ocho años; y ya expuse las circunstancias de su viudez. En principio, pues, no existía impedimento insalvable para que se concretase el anhelo de Valentina: todo se reducía a convencer al Caballero sobre la importancia de aquella unión. Pero tampoco sería tarea fácil conseguirlo, ya que habría que brindar explicaciones; y muchas. Un nuevo Consejo de Familia decidió al fin anular el compromiso con el Señor de Flandes y hablar claro con Pedro de Creta. Se le dijo la verdad. Se le hizo comprender que el terrible poder de los Golen no podía ser enfrentado por hombre alguno si contaba sólo con la sangre y la espada: era necesaria, también, la Sabiduría; y a Ella podría encontrarla entre los Domini Canis, con quienes le ofrecían integrarse. Pero no le ocultaron el peligro mortal que correría si su boda con Valentina 163