Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 149
¨El Misterio de Belicena Villca¨
Shekhinah! El más emocionado era el Gran Maestre del Temple: –“¡Oh, qué gran honor,
pensaba estremecido, que a mi Orden se le haya confiado la custodia de tan sagrado lugar!
¡Dios mismo descenderá ahora, en medio de los nuestros!”–. Y así por el estilo, cada uno daba
rienda suelta a sus fantasías rabínicas y Golen.
–¡En efecto, Sacerdotes! –aprobó Birsa, adivinando el pensamiento de los presentes–
¡vosotros contribuiréis como nadie a ejecutar los Planes de Dios! Miles de monjes Golen y de
Doctores hebreos trabajan para instaurar la Sinarquía Universal: ¡todos ellos gozan del favor
de Elohim y serán recompensados magníficamente! Pero sólo vosotros cuatro conocéis hoy el
Anuncio de la Shekhinah: ¡y sólo a Vosotros, y a quienes vosotros llaméis para colaborar,
YHVH Sebaoth considerará responsables del Holocausto de Agua que Quiblón le ofrendará en
su día! ¡Alegraos, pues, Sacerdotes porque el Triple Holocausto de Quiblón, uno de los más
sangrientos de la Historia, os será atribuido si cumplís con la Misión que os
encomendaremos! ¡De ella depende que se realice el designio de
; sobre ella reposa,
Sacerdotes, uno de los pilares de la Historia!
–¡Ahora que el Mal ha sido extirpado en Huelva, –prosiguió Bera– ahora que la Sangre de
Tharsis se ha convertido en lejía, os encargaremos una Misión muy simple, cual es la de
afirmar el Bien sobre la Tierra! ¡Y el Bien es YHVH! ¡Y YHVH sólo puede descender en Tierra
Santa! ¡A vosotros corresponde, Sacerdotes de YHVH, purificar la Tierra! –la mirada de Bera
era interrogadora.
–¡Sí, –exclamaron Nasi y Benjamín al unísono–. Purificar la Tierra es tarea de
Sacerdotes! ¡Santificarla es facultad de YHVH!
–De acuerdo, Sacerdotes: ¡Nosotros, los Representantes de Melquisedec, os ordenamos:
purificad esta tierra de Huelva, borrad todo vestigio del Misterio del Fuego Frío, limpiad
la Mancha del Culto a la Virgen de la Gruta! Por sobre todo: ¡Eliminad el recuerdo de
esta tenebrosa Deidad! Pues no habrá paz, ni en la Tierra ni en el Cielo, y Rus Baal no
será Tierra Santa, mientras perdure la Presencia perturbadora de la Virgen de Agartha
portando su Semilla Maldita.
–Naturalmente –dijo Bera– que una expiación semejante sólo será efectiva si se
reemplaza a un Culto por otro. En consecuencia, os ordenamos, también, implantar en todos
los lugares necesarios el Nuevo Culto de la Virgen de los Milagros: ¡Ella iluminará con Su
Fuego Caliente las Tinieblas que derramó la Intrusa! Cuando los Gentiles le entreguen
su Corazón sin reservas, la Intrusa será olvidada, se apagará el recuerdo de su
abominación, y la Tierra quedará purificada: ¡entonces, y sólo entonces, descenderá la
Shekhinah en Rus Baal!
–¡Pero ese Culto ya existe! –interrumpió el Gran Maestre del Temple–. ¡Justamente en la
Rábida se adora a la Virgen de los Milagros, la antigua Proserpina de Palos, Señora de la
Rabia!
–¡Os equivocáis, Sacerdote! –aseguró Bera, sonriendo horriblemente–. Me estoy refiriendo
a un Nuevo Culto que reemplazará también al que vos mencionáis: el Culto a la Gran
Madre Binah, a quien advocaréis como Virgen de los Milagros para evitar que los
Gentiles sospechen la sustitución, pero que recibirá varios Nombres Sagrados, sólo
conocidos por los Sacerdotes Iniciados, Golen y Rabinos. Me estoy refiriendo, pues, a la
Virgen de la Ciñuela,
o a la Virgen de la Cinta,
o a la Virgen de la Barca,
o a la Virgen del Niño de Barro,
o a la Virgen del Fuego Caliente.
–¡Buscad Sacerdotes, buscad ya al monje escultor que habéis hecho venir desde Francia!
El Abad de Claraval salió presuroso de la Biblioteca, y un instante después entraba
seguido del humilde monje cisterciense, que traía en sus manos un rollo de pergamino y un
tizón de carbón. El monje se detuvo frente a Bera, seguido del Abad, y contempló aterrorizado
el rostro diabólico del Inmortal.
–¡Escuchad bien, miserable! –le espetó Bera con los ojos llameantes de odio–. Os voy a
hacer una advertencia: sobre lo que veréis en este lugar, no hablaréis jamás a nadie.
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