Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 130
¨El Misterio de Belicena Villca¨
cadáveres y comprobaron que un increíble proceso de desintegración orgánica los estaba
reduciendo a un líquido negro y viscoso, semejante al betún, pero del que se desprendía un
jugo más liviano indudablemente parecido a la lejía negra: de allí la ligera identificación con la
pez, hecha por un obnubilado almogávar. Pero un proceso tan brusco de descomposición de
un cadáver era mucho más de lo que podían soportar aquellas mentes supersticiosas sin
relacionarlo con la brujería y la magia negra. Por eso al correr todos, esta vez muy aprisa,
hacia las monturas, muchos que habían caído presa del pánico exclamaban: ¡bruttia!
¡bruttia!, es decir, ¡brea! ¡brea! y otros: ¡lixivía! ¡lixivía!, o sea ¡lejía! ¡lejía! y, los menos, ¡pix
picis! ¡pix picis!, ¡la pez! ¡la pez!
Al llegar a la Villa de Turdes, Lugo de Braga se halló con el asombroso espectáculo de
que la pestilencia se le había adelantado. Pero allí los estragos de la plaga eran tremendos:
de los tres mil quinientos pobladores de la Villa, quinientos murieron en el valle, junto al Conde
de Tarseval, y de los tres mil restantes sólo quedaban vivos quinientos, todos procedentes de
regiones y Razas diferentes de los iberos tartesios. Lo ocurrido había sido análogo a lo
sucedido en el campamento del Conde: primero el zumbido, luego el grito, dado al unísono por
todas las víctimas, y por último la horrible muerte simultánea. Al parecer, allí la trasformación
en betún era más lenta, pero ya se advertían los síntomas en los cadáveres expuestos. Y
nadie sabía si aquella peste era contagiosa ni conocía sus síntomas previos. Lugo de Braga
decidió entonces huir de la región para siempre; pero antes, hizo lo más razonable, reacción
propia de la Época: se entregó al pillaje con sus doscientos compañeros.
No existían ahora Señores de Tharsis, ni Caballeros o Nobles, que defendiesen aquel
patrimonio. Lugo de Braga se dirigió a la Residencia Señorial y la saqueó a conciencia, mas no
se atrevió a incendiarla como reclamaban sus hombres. Después se retiró a su país,
llevándose consigo una inmensa caballada cargada de botín. Por supuesto, todos ellos serían
perseguidos años más tarde por ese crimen y muchos terminarían en la horca. Aunque nadie
podía imaginarlo entonces, cuando la peste se enseñoreaba de la Casa de Tharsis, aún
quedaban algunos de ellos vivos que luego reclamarían lo suyo. Con esta excepción, la
mayoría de los miembros de la Casa de Tharsis habían muerto de la misma causa y en la
misma noche nefasta, en sitios tan distantes como Sevilla, Córdoba, Toledo o Zaragosa.
Vigesimosexto Día
Dr. Siegnagel, habrá de convenir conmigo en que los Inmortales casi habían ejecutado con
éxito la sentencia de exterminio contra la Casa de Tharsis. Por lo menos así lo creían Bera y
Birsa, quienes se jactaban de ello frente a los Golen y Rabinos.
Aún se hallaban en la Cueva de Odiel. El lago rebosante de betún, todavía burbujeaba
despidiendo nauseabundos olores. En primer lugar, se destacaba la fiera figura de Bera, el
Inmortal a quien los Golen denominaban Bafoel y los Templarios Bafomet, e idealizaban
como expresión del perfecto andrógino. Sin soltar el Dorché, dijo en excelente latín:
–Al fin se ha extinguido el linaje maldito de Tharsis. Ello alegrará al Supremo Sacerdote.
–Habéis contemplado un gran prodigio, habéis visto en acción el Poder de YHVH Sebaoth
–afirmó Birsa en el mismo idioma.
–¿Es esa, por ventura, la Muerte del Cuerpo? –se atrevió a interrogar el Abad de Claraval.
–El asfalto, el betún, la Muerte, y la Peste, son la misma cosa, somos Nos –respondió
Bera con seguridad.
–¿Reconocéis esta substancia? –interrogó a su vez Birsa, dirigiéndose al Rabino Nasi.
–Sí, afirmó éste. Es “betún de Judea”, el mismo que contamina el lago Asfaltitis, al que
nosotros denominamos Mar Muerto.
Los Golen y los Rabinos sabían que Bera y Birsa habían sido los últimos Reyes de
Sodoma y Gomorra. Y sabían también cómo habían alcanzado tan alta jerarquía en la
Fraternidad Blanca: durante su reinado, en un momento de maravillosa iluminación, Ellos
descubrieron el Secreto del Supremo Holocausto de Fuego. Después cayó el Fuego del Cielo
que calcinó a aquellos pueblos y Bera y Birsa partieron hacia Chang Shambalá, una de las
Mansiones de Jehová Satanás y sus Ministros, los Seraphim Nephilim. Así, pues, mucho antes
que Israel existiese, cuando su simiente aún estaba en Abram y nadie sacrificaba al Dios Uno,
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