Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 126

¨El Misterio de Belicena Villca¨ comprometieron a trabajar para mantener al Espíritu Increado encadenado en el animal hombre y favorecer la evolución del Alma Creada. Con el Dorché la palabra adquiría el Poder de la Palabra, y la voz se convertía en el Verbo; todas las cosas creadas y nombradas por El Uno eran sensibles al Logos del poseedor del Dorché; sólo lo no creado, o lo trasmutado por el Espíritu, no resultaba afectado por el Poder del Cetro. Desde luego, el nombre que los Inmortales daban al instrumento era otro, pero los franceses lo traducían como mejor podían 1 en la palabra “Dorché”. En resumen, El Anciano de los Días quería que no hubiesen fallas en el nuevo intento de los Inmortales para destruir a los Señores de Tharsis y los había dotado de un arma terrible: les había transferido Su Poder. ¿Qué harían con el Dorché los Inmortales? Procurarían desintegrar los fundamentos de la Estirpe actuando sobre la sangre, sobre el mensaje contenido en la sangre. Y para eso necesitaban una muestra de esa sangre, un representante del linaje maldito por El Uno: a conseguir esa muestra irían los Inmortales en persona pues, aclararon, los Señores de Tharsis eran seres terribles, a los que los Templarios no podían ni soñar con detener. Para sorpresa de los Golen, pues el Cerro Candelaria distaba varios kilómetros de Aracena, manifestaron su intención de viajar a pie; pero el asombro fue mayúsculo cuando observaron los siguientes actos de Bera y Birsa: se pararon uno frente al otro, separados por la distancia de cinco o seis pasos, y se miraron fijamente a los ojos sin pestañear; entonces comenzaron a pronunciar en contrapunto una serie de palabras en lengua desconocida, a las que imprimían particular cadencia rítmica; un momento después, ambos daban un prodigioso salto que los elevaba por arriba de las murallas del Castillo. Se hallaban entonces en el patio de armas y, al salir disparados, ganaron una altura mayor que los muros y se perdieron en la noche. Los Golen corrieron por las escaleras hasta las almenas y aguzaron la vista en dirección del horizonte; y observaron bajo la luz de la luna, a una enorme distancia, dos puntitos que se alejaban a grandes saltos: eran Bera y Birsa avanzando hacia la Capilla del Cerro Candelaria. A partir de la llegada de Bera y Birsa los hechos se sucedieron de manera vertiginosa, dejando prácticamente sin capacidad de reacción a los Señores de Tharsis. Sólo quince días tuvieron que aguardar los Inmortales en las inmediaciones de la Capilla del Cerro Candelaria: al cabo de ese tiempo Godo de Tharsis, que inexplicablemente no había notado la presencia de sus enemigos, se encontraba frente a Ellos. Al comprobar que a pocos pasos de él se hallaban aquellos dos personajes vestidos con hábitos de monje cisterciense, un impulso instintivo lo llevó a empuñar su espada; pero nada más que ese gesto pudo realizar: con gran rapidez Bera levantó el Dorché, pronunció una palabra, y un rayo color naranja golpeó en el pecho del joven Noyo, arrojándolo a varios metros de distancia. Los Inmortales tomaron entonces por los codos el desmayado cuerpo de Godo de Tharsis y, luego de repetir la serie de palabras en contrapunto mientras se miraban fijamente a los ojos, abandonaron el lugar realizando aquellos grandes saltos, que les permitieron atravesar los kilómetros en cuestión de minutos. Bera y Birsa iban a perder algún tiempo tratando de obtener la confesión de Godo sobre la Clave de la entrada secreta. Con ese propósito no lo asesinaron de inmediato y se dedicaron a intentar lo que ya habían ensayado otras veces sin éxito: pero esta vez, con más calma se concentraron en su estructura psíquica, tratando de leer en alguna memoria el registro sobre el modo de entrar y salir de la Caverna Secreta. Sin embargo, todo fue inútil nuevamente; ni la clave parecía estar registrada en su mente; ni la más refinada tortura conseguía que el Noyo soltase la lengua. A todo eso, los Señores de Tharsis recibían el triste anuncio de la desaparición de Godo. Apenas transcurridas doce horas desde que salió de la caverna, el Noyo Noso comprendió que Godo ya no regresaría y decidió dar aviso al Conde de Tarseval; se despidió entonces de la Vraya, descendió del Cerro Calendaria, y se dirigió hacia la orilla del Odiel, donde los Señores de Tharsis mantenían un pequeño bote para casos semejantes: una hora después saltaba a tierra a dos kilómetros de la Residencia Señorial. Así se enteró el Conde de Tarseval que su hijo Godo había sido secuestrado por los Golen. 1 (Dordge en tibetano). 126