Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 124
¨El Misterio de Belicena Villca¨
empuñadura, aparecía en el centro de la escena, dispuesta para la contemplación. En la
superficie del escalón inferior, bajo el nivel de la empuñadura, se hallaba depositada la
Lámpara Perenne. Aquel sector de la Caverna Secreta tenía forma de nave semiesférica,
estando la estalagmita con el Rostro de Pyrena en un extremo cercano a la pared de piedra;
ésta aparecía chorreada de lava y sales, mientras que el techo se presentaba erizado de
verdosas estalactitas; el piso por el contrario, había sido cuidadosamente limpiado de
protuberancias y nivelado, de manera tal que era posible sentarse cómodamente frente al
Rostro de la Diosa y contemplar, asimismo, la Lámpara Perenne y la Espada Sabia con la
Piedra de Venus.
Los alimentos necesarios para subsistir los proveían los Señores de Tharsis manteniendo
siempre colmada la despensa de una Capilla que existía al pie del Cerro Candelaria. Tal
Capilla, que se había construido para los fines señalados, permanecía cerrada la mayor parte
del año y sólo era visitada por los Señores de Tharsis que allí iban a orar en la mayor soledad:
aprovechaban entonces para depositar los víveres en un pequeño cuarto trasero, cuya única
puerta daba a la ladera del Cerro. Hasta allí bajaban furtivamente, preferiblemente por la
noche, varias veces por año los Iniciados para proveerse de alimentos. Normalmente hallaban
una acémila en un corral contiguo, con la que cargaban los bultos hasta la entrada secreta y a
la que luego dejaban libre, dado que el animal regresaba mansamente a su cerco. Pero en
otras ocasiones los Señores de Tharsis aguardaban en la Capilla semanas enteras hasta que
coincidía alguna de aquellas visitas nocturnas: entonces, en medio de la alegría del
reencuentro, los Noyos o las Vrayas recibían noticias de la Casa de Tharsis; especialmente
indagaban sobre los jóvenes miembros de la familia, si alguno de ellos se preparaba
seriamente para la Prueba del Fuego Frío y si se advertían posibilidades de que pudiese
superarla. Nada preocupaba más a los Hombres de Piedra y a las Damas Kâlibur que el no ser
reemplazados por otros Iniciados, que la Espada Sabia quedase sin Custodia. Los Señores de
Tharsis, por su parte, inquirían a Noyos o Vrayas sobre sus visiones místicas: ¿no se había
manifestado aún la Señal Lítica de K'Taagar? ¿habían recibido algún mensaje de los Dioses
Liberadores? ¿cuándo ¡Oh Dioses! cuándo llegaría el día de la Batalla Final? ¿cuándo la
Guerra Total contra las Potencias de la Materia? ¿cuándo abandonarían el Universo infernal?
¿cuándo el Origen?
Siempre había ocurrido de manera semejante. Hasta entonces. Porque desde que el
Castillo de Aracena estuvo terminado, a unas decenas de kilómetros del Cerro Candelaria, un
halo de amenaza pareció extenderse por toda la región. Hubo, pues, que extremar las medidas
de precaución para abastecer la Caverna Secreta y se redujeron al mínimo los encuentros con
los Iniciados ermitaños. En aquel entonces habitaban la Caverna Secreta tres Iniciados: una
anciana Vraya, mujer de más de setenta años, que durante cincuenta años jamás abandonó la
Guardia; un Noyo de cincuenta años, Noso de Tharsis, que hasta los treinta fue Presbítero en
la iglesia de Nuestra Señora de la Gruta y ahora estaba oficialmente muerto; y un joven Noyo
de treinta y dos años, Godo de Tharsis, que cumplía la función de aprovisionar la Caverna
Secreta. Pero Godo, hijo del Conde Odielón de Tarseval, no era un improvisado en cuestión
de riesgos: llevado de niño a Sicilia por uno de los Caballeros aragoneses que servían en la
corte de Federico II, fue paje en el palacio de Palermo y luego escudero de un Caballero
Teutón en Tierra Santa; nombrado a su vez Caballero, a los veinte años, ingresó en la Orden
de Caballeros Teutones y luchó cinco años en la conquista de Prusia; hacía siete años que
permanecía de Guardia en la Caverna Secreta, aunque pasaba por estar aun combatiendo en
el Norte de Alemania. Se trataba, pues, de un guerrero experto, que sabía moverse con
precisión en el campo de batalla: sus incursiones a la Capilla eran cuidadosas y estudiadas,
procurando evitar la posibilidad de ser sorprendido por el Enemigo. Esto lo aclaro para
descartar el caso de que un descuido fuese el responsable de lo que aconteció luego.
Lo cierto es que el Enemigo conocía aquel sitio y esto no lo ignoraban los miembros de la
Casa de Tharsis: según la saga familiar, en efecto, en el lugar donde se levantaba la Capilla
del Cerro Candelaria, los Inmortales Bera y Birsa habían asesinado a las Vrayas mil
setecientos años antes. De allí que los Señores de Tharsis pensasen en cambiar el punto de
aprovisionamiento; pero la intensa vigilancia que mantenían sobre Aracena no revelaba
movimiento alguno en dirección de la Capilla y las cosas siguieron así durante los cuatro años
siguientes. Cada tres o cuatro meses el Noyo Godo descendía de la sierra en forma sorpresiva
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