Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 122
¨El Misterio de Belicena Villca¨
Camino, muy cerca de Turdes, donde construyeron la iglesia parroquial que aún existe: es que
Trigueros, antigua población romana, se halla enclavada en medio de una fértil y extensa
campaña que constituía en tiempos remotos el corazón de la Tartéside ibera; en sus campos,
se hallaban diseminados sabiamente decenas de dólmenes y meñires, herencia del Pacto de
Sangre, que los Templarios se dedicaron en esos días a destruir prolijamente: sólo se salvó un
dolmen en la Villa de Soto, que puede visitarse hoy día, pues los Señores Moyano de la Cera,
de la Sangre de Tharsis y tradicionales fabricantes de dulces y mieles, impidieron a los
Caballeros de Satanás concretar su infame misión: Villa de Soto se halla a 5 kilómetros de
Trigueros y el dolmen se encuentra en la “Cueva del Zancarrón de Soto”.
En la Casa de Tharsis, como es lógico, aquellos movimientos no pasaron desapercibidos y
obligaron a los Señores de Tharsis a tomar algunas precauciones: fortificaron también la Villa
de Turdes y la Residencia Señorial, pues creían que los Golen se aprestaban a lanzar una
Cruzada contra ellos pretextando alguna herejía, quizá denunciando el Culto a la Virgen de la
Gruta; y estacionaron en la plaza una fuerza de quinientos almogávares y cincuenta
Caballeros, que era lo más que se permitía armar al Conde de Tarseval para otros fines que
no fuesen los de la Reconquista. Lamentablemente nada de eso sería necesario, pero los
Señores de Tharsis no acertaron, una vez más, a prevenir los planes diabólicos de Bera y
Birsa.
A todo esto, se preguntará Ud., Dr. Siegnagel, qué fue de la Espada Sabia, desde el día
en que cayó Tartessos y las Vrayas la ocultaron en la Caverna Secreta. La respuesta es
simple: permaneció en la Caverna todo el tiempo, es decir, durante unos mil setecientos años
hasta ese momento. Se llevó a cabo, así, el juramento que hicieron entonces los Hombres de
Piedra: la Espada Sabia no sería expuesta nuevamente a la luz del día hasta que no llegase la
oportunidad de partir, hasta que los futuros Hombres de Piedra viesen reflejada en la Piedra
de Venus la Señal Lítica de K'Taagar. Para ello, los Señores de Tharsis establecieron que una
Guardia debía permanecer perpetuamente junto a la Espada Sabia, lo que no siempre fue
posible debido a que sólo algunos Iniciados eran capaces de ingresar en la Caverna Secreta.
Como recordará Dr., la entrada secreta estaba sellada por las Vrunas de Navután desde la
Época de los Atlantes blancos y resultaba imposible localizarla a todo aquel que no fuese un
Iniciado Hiperbóreo: las Vrunas eran Signos Increados y sólo podían ser percibidas y
comprendidas por quienes dispusiesen de la Sabiduría del Espíritu Increado, es decir, por los
Iniciados en el Misterio de la Sangre Pura, por los Hombres de Piedra, por los Guerreros
Sabios. Sin embargo, salvo algunos cortos y oscuros períodos, la Casa de Tharsis nunca dejó
de producir Iniciados aptos para ejercer la Guardia de la Espada Sabia.
Pero ya no eran tan numerosos como en los tiempos de Tartessos, cuando el Culto del
Fuego Frío se practicaba a la Luz de la Luna y existía un Colegio de Hierofantes; en los siglos
siguientes, hubo que ocultar la Verdad del Fuego Frío a los romanos, visigodos, árabes, y
católicos, reduciéndose la celebración del Culto al ámbito estrictamente familiar: inclusive,
dentro de aquel ámbito familiar reservado, se debía convocar sólo a quienes demostraban una
conveniente predisposición gnóstica para afrontar la Prueba del Fuego Frío, que en nada
había cambiado y seguía siendo tan terrorífica y mortal como antes. Salvo esos períodos que
mencioné, durante los que no hubo ningún miembro de la Casa de Tharsis capaz de ingresar
en la Caverna Secreta, lo normal era la formación mínima de dos Iniciados por siglo, en las
peores Épocas, y de cinco o seis en las más prolíferas.
Si el Iniciado era una Dama de Tharsis, se le daba el título de “Vraya”, en recuerdo de las
Guardianas iberas. Si se trataba de un Caballero, se lo denominaba Noyo, que había sido el
nombre, según los Atlantes blancos, de los Pontífices Hiperbóreos que en la Atlántida
custodiaban el Ark, vale decir, la Piedra Basal, de la Escalera Infinita que Ellos sabían
construir y que conducía hacia el Origen. Es obvio que, para cumplir con el juramento de los
Hombres de Piedra, los Noyos y las Vrayas tenían que convertirse en ermitaños, es decir,
tenían que alojarse en la Caverna Secreta y permanecer todo el tiempo posible junto a la
Espada Sabia: y nadie podría servirles porque nadie, más que ellos, podía entrar en su
morada. Pero aquella soledad carecía de importancia para los Iniciados: la renuncia y el
sacrificio que exigía la función de Guardián de la Espada Sabia era considerado un Alto Honor
por los Señores de Tharsis.
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