-No es a Egipto adonde voy a ir -dijo la Golondrina-. Voy a ir a la
morada de la Muerte. La Muerte es hermana del Sueño, ¿verdad?
Y besando al Príncipe Feliz en los labios, cayó muerta a sus pies.
En el mismo instante sonó un extraño crujido en el interior de la
estatua, como si se hubiera roto algo.
El hecho es que la coraza de plomo se habla partido en dos.
Realmente hacia un frío terrible.
A la mañana siguiente, muy temprano, el alcalde se paseaba por la
plazoleta con dos concejales de la ciudad.
Al pasar junto al pedestal, levantó sus ojos hacia la estatua.
-¡Dios mío! -exclamó-. ¡Qué andrajoso parece el Príncipe Feliz!
-¡Sí, está verdaderamente andrajoso! -dijeron los concejales de la
ciudad, que eran siempre de la opinión del alcalde.
Y levantaron ellos mismos la cabeza para mirar la estatua.
-El rubí de su espada se ha caído y ya no tiene ojos, ni es dorado -
dijo el alcalde- En resumidas cuentas, que está lo mismo que un
pordiosero.
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