Mi primera revista ARTICULO Yulida Aguirre, Nancy Tovar, Rafael Ponce | Page 4
Introducción.
Si hiciéramos una encuesta a diferentes estudiantes para averiguar lo que esperan de sus
profesores, seguramente nos encontraríamos con que coinciden en que tiene que ser un
profesional que trabaje con un material interesante, que sea una persona agradable, que le
guste lo que hace, que plantee actividades igualmente interesantes, que sea capaz de crear
un clima cómodo dentro de la clase para que cada uno de los estudiantes se sienta libre de
participar dando sus opiniones y pareceres, que explique la materia de forma comprensible
para que todo encaje, que dé información…
No siempre resulta fácil cumplir con todas estas expectativas. ¿El contacto personal con los
integrantes de la clase facilita la tarea del profesor hasta el punto de incidir de manera
significativa en el éxito de un curso? Si es así como lo vemos, entonces, en el caso de que
el contacto personal no exista, el resultado sería frustrante. ¿Y cuándo se trata de un curso
en el que cada estudiante se encuentra en un lugar diferente del mundo frente a su pantalla
de ordenador, y el profesor en otra parte? ¿Entonces cuál sería el índice de probabilidad de
éxito?
En la clase virtual podemos llegar a las mismas cotas de éxito que se da en cualquier otro
tipo de situación de aprendizaje. Se puede mantener e impulsar la comunicación, se puede
incentivar el contacto humano y también podemos crear un clima relajado y cómodo para el
aprendizaje.
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