Mi primera revista APROXIMACIÓN ECFRÁSTICA | Page 9
Eliot se basaba en la idea de que el arte no debe ser una expresión personal, sino que
debe funcionar a través de símbolos universales. Proponía buscar un objeto o grupo de
objetos con gran poder evocador. Asimismo Riffaterre en su texto “La ilusión de
écfrasis” señala que los sistemas descriptivos que el ejercicio écfrastico moviliza,
desviados de toda representación objetiva, están trasformados en códigos que
traducen interpretaciones preconcebidas
En esta línea, el autor en la voz de Don Rigoberto, recurre al empleo de imágenes
poéticas de modo sucesivo, para producir una sensación de encuentro con un ángel
encarnado por Lucrecia. De acuerdo con esto, la écfrasis es tejida en forma de
oxímoron: “parece describir la pintura, cuando en realidad la transcribe doblemente;
primero en código erótico, después en código sublimado. La regla de transformación es
simple: cada detalle de apetito carnal es tratado como símbolo de una apetencia
espiritual” (Riffaterre, 2002:176)
Otro aspecto importante en este juego ecfrástico es la función que cumple el espejo,
éste no sólo captura o retiene –como captura también la écfrasis, sino que actúa
además como un foco, y es esta tensión lo que devela la existencia de un secreto que
se va con él. En este sentido, señala Carlota Fernandez “el espejo (speculum) conserva
la imagen (spectrum) de un tiempo irrecuperable, de algo que no tenemos ya
presente, a la vista” (2004:108). Quizás por esta razón, don Rigoberto convierta a
Lucrecia en émulo de la Danae frente al espejo.
Esta fantasía de don Rigoberto pasa de la ficción a la realidad en el capítulo VI “El
anónimo”, donde Fonchito utiliza este relato como pretexto para reconciliar a la
madrastra con su padre. Finalmente, Lucrecia sucumbe atraída por el mensaje
“secreto” del anónimo:
Y, desde luego, podía mirarse en el espejo diciendo: `soy gozada y admirada, soy
soñada y amada. (…)Desde las primeras líneas de la primera carta, supe que eras
tú. Por eso, antes de terminar de leerla, obedecí instrucciones. Me desnudé y posé
para ti, ante el espejo, imitando a la Dánae de Klimt”. (Vargas Llosa, 1997:241)
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