conocer a nuestros alumnos y saber cuáles son sus estilos de aprendizaje se convierte en la clave para fortalecer este proceso educativo".
los que hoy somos profesores nunca nos hablaron de ‘estilos de aprendizaje’ y de que debíamos identificar cuál era el nuestro para lograr mejores resultados. Algunos colegios, universidades y demás centros educativos en los que vivimos esta experiencia, solo nos guiaron hacia el cumplimiento de indicadores que midieran la ‘excelencia’ pero no el aprendizaje.
Por eso, hoy desde la docencia comienzo a entender muchas cosas que viví en mis procesos de formación;
Sin embargo, actualmente los docentes cumplimos un rol de orientador fundamental en la formación de nuestros alumnos, por eso necesitamos concentrarnos “en el ajuste de la ayuda a suministrar. Las estrategias de enseñanza deben conectar, movilizar y activar los esquemas de conocimiento previo de los alumnos forzando adecuadamente su reestructuración” (Rodríguez y Vásquez, 2012, p. 5).
acuerdo a su preferencia sensorial (visual, auditivo y quinestésico) al momento de procesar información o contenidos educativos (Pedraza, s.f.).
Por su parte, Davil Kolb consideró que el aprendizaje se desarrolla a partir de tres factores causales: genética, experiencias de la vida y experiencias del entorno; teniendo como base esto, clasificó sus estilos en convergente o activo, divergente o reflexivo, asimilador o teórico, y acomodar o pragmático (Mosquera, 2016).
de formación; comprendo por qué a algunos compañeros nos les gustaban ciertas clases o metodologías y por qué por el contrario otros eran más habilidosos para otras asignaturas. Aunque parece que la responsabilidad recae únicamente en el profesor, el proceso de enseñanza-aprendizaje implica una participación activa tanto de él como del estudiante. No es suficiente contar con un profesional calificado en su área de experticia y en didáctica, se requiere también de un estudiante dispuesto a identificar, desarrollar y aplicar las estrategias que más se ajusten a su proceso; es decir, un individuo que realmente desee aprender.
Adicionalmente, Dunn (citado en La importancia de considerar los estilos de aprendizaje en el ámbito escolar, 2011) menciona que ese perfil de orientador debe facilitar el proceso de identificación de los estilos de aprendizaje de nuestros alumnos ya que estas características cognoscitivas, afectivas y conductuales, demarcan la manera cómo ellos perciben, interactúan y responden a su ambiente.
Para lo anterior, existen varios modelos que facilitan esa identificación. Por ejemplo, Neil Fleming en colaboración con Collen Mills desarrollaron en 1992 una propuesta para clasificar a las personas de
asimilador o teórico, y acomodar o pragmático (Mosquera, 2016).
Aunque son modelos planteados por diferentes autores, sus enfoques tienen aspectos similares, por esto, es importante que nosotros los docentes revisemos detalladamente sus características para que podamos orientar a nuestros alumnos, pero, sobre todo, para que comprendamos que cada uno construye su propio aprendizaje, a su ritmo y con las estrategias que más le favorecen.
No podemos comparar ni pensar en que todos aprenden de la misma manera,