Mi primera publicacion VOLUMEN 20-MIGRACION-VERSION DEFINITIVA-17-MAYO-20 | Page 21

prólogo 21 Fue precisamente en esta época de elevada demanda de mano de obra en Estados Unidos cuando, a fines de los años setenta, por primera vez se planteó la integración económica de América del Norte en un Mercado Común. El destacado economista mexicano José Luis Ceceña —aduciendo especialmente el extenso artículo “Why a North American Common Mar­ ket Won’t Work-Yet”, publicado en la revista estadounidense Fortune, 10/IX/ 79— examinó los alcances de dicha iniciativa, que “cada vez con más in­ sistencia se está(ba) planteando en diversos círculos de Estados Unidos”. “La formación del Mercado Común de América del Norte, escribió Ceceña, con­ sistiría en la integración de las economías de los tres países, de tal manera que hubiera libertad de flujos comerciales, de capital y de trabajadores”. “La finalidad declarada que persiguen sus promotores norteamericanos […] consiste en lograr la autosuficiencia de energéticos”; y, de manera es­ pecífica, “a las grandes empresas norteamericanas” les interesa “ampliar su mercado, abrir nuevas oportunidades de inversión para sus capitales y dispo­ ner de más abundante mano de obra barata” (José Luis Ceceña, “Relacio­nes México-Estados Unidos: Mercado Común de América del Norte”, en Proble­ mas del Desarrollo, Num. 49, IIEc-UNAM, México, 1980). Como es sabido, la iniciativa —que era respaldada por quien pronto se convertiría en presi­ dente de Estados Unidos, Ronald Reagan— no prosperó entonces, pero el proyecto de integración económica —tal como lo pronosticó Ceceña— volvió a plantearse después (en 1989), pero ya no bajo la forma de un Mer­ cado Común al estilo europeo, sino bajo la forma de un Tratado de Libre Comercio con libre flujo de mercancías y capitales, pero sin libre flujo de mano de obra. Obviamente, la historia viene a cuento porque en una época de elevada demanda de mano de obra en Estados Unidos —y de “fronteras porosas” para decirlo con Durand— no era mal vista la posibilidad de un libre flujo de trabajadores. Es relevante observar, además, que la emigración de mexicanos a Estados Unidos, atraídos por los altos salarios en la mayor economía del planeta, se vio también alentada por la creciente masa de mexicanos inmigrantes en Estados Unidos, que fue tejiendo un sistema de redes familiares y sociales que favorecieron —sumadas, desde luego, a la “frontera porosa” y a la eleva­ da demanda de mano de obra por la mayor economía del planeta— la pos­ terior emigración de más mexicanos. En 1970, de acuerdo con las cifras de Corona, había 5 422 000 personas de origen mexicano en Estados Unidos, de las cuales 788 mil eran inmigrantes y 4 634 000 eran estadounidenses por nacimiento. Diez años después, en 1980, había 9 071 000 personas de origen mexicano en Estados Unidos, de las cuales 6 872 000 eran nativas y 2 199 000 eran inmigrantes.