Mi primera publicacion VOLUMEN 20-MIGRACION-VERSION DEFINITIVA-17-MAYO-20 | Page 17

prólogo 17 Holanda, propiciaron su estancamiento —especialmente en las manufac­ turas—, debido a la apreciación real de su moneda nacional (el florín) cau­ sada por el torrente de divisas. Después de que Corden y Neary publicaron en 1982 su clásico estudio sobre este fenómeno, el concepto de “enferme­ dad holandesa” ha sido aplicado al análisis de efectos adversos similares en otras economías. En esencia, el mal holandés puede resumirse así: una enorme oferta de divisas, cualquiera que sea su origen puede provocar —en ausencia de una política cambiaria activa que los contrarreste— procesos de apreciación real del tipo de cambio, es decir, una situación de mercado de divisas sobreofrecido cuya característica es que a un precio real progresiva­ mente menor la oferta de divisas se equilibra con la demanda. El efecto inme­ diato de esta apreciación real de la moneda nacional es el desalineamiento de los precios relativos internos frente a los externos o, lo que es lo mismo, la pérdida progresiva de competitividad-precio de los productos nacionales tanto en el mercado interno (frente a las importaciones) como en los merca­ dos externos, con el consiguiente efecto negativo sobre el crecimiento del producto nacional y del empleo. Ahora bien: ¿son capaces las remesas de provocar una enfermedad ho­ landesa en México? Por lo menos han sido parte del problema: durante los seis sexenios de experimentación neoliberal, la sobrevaluación del peso mexicano ha sido un mal casi crónico, y las remesas han contribuido a ese mal. Los ingresos por remesas familiares ascendieron a 461 128.5 millones de dólares durante el periodo 1983-2018; y la presión que estos ingresos de divisas ejercieron sobre la apreciación real del tipo de cambio, sobre todo en lo que va del siglo XXI, puede inferirse de su contribución a la cuenta co­ rriente: los ingresos por remesas familiares pasaron del 1.13% del PIB en 2000, al 2.5% del PIB en 2007 y al 2.7% del PIB en 2018. (A esta presión, se agregaron los ingresos de divisas procedentes de las exportaciones petrole­ ras netas de importaciones petroleras, que alcanzaron los 431 572.1 millo­nes de dólares durante el periodo 1983-2018, representando el 2.4% del PIB). Cabe remarcar, sin embargo, que la enfermedad holandesa sólo se produ­ ce en ausencia de una política cambiaria activa capaz de evitar que los enor­ mes flujos de divisas sobrevalúen la moneda nacional. Esta política consiste en esterilizar los efectos indeseados de los flujos de divisas: el banco central interviene en el mercado cambiario comprando las divisas excedentes con moneda nacional; y, al mismo tiempo, evita los efectos inflacionarios de estas compras mediante la colocación de títulos de deuda pública. Pero en México esta medicina no se ha aplicado consistentemente, porque resultaría incompatible con la ortodoxia macroeconómica que utiliza el tipo de cam­ bio como ancla antiinflacionaria, en vez de utilizarla como instrumento de equilibrio de la balanza de cuenta corriente y de competitividad-precio de los