Mi primera publicacion VOLUMEN 20-MIGRACION-VERSION DEFINITIVA-17-MAYO-20 | Page 16
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josé luis calva
sas ha sido tan espectacular como el crecimiento de la exportación de mano
de obra: los recursos enviados a nuestro país por los trabajadores mexicanos
emigrados al extranjero (principalmente a Estados Unidos) saltaron de 1 043
millones de dólares (MDD) en 1982, a 26 049.6 MDD en 2007, para decre
cer a 21 306.3 MDD en 2009 a causa de la Gran recesión, mantenerse cerca
de ese nivel hasta 2013 y ascender después paulatinamente hasta 33 480.55
MDD en 2018, de acuerdo con las cifras del Banco de México.
Sin embargo, aunque las remesas aparecen en el haber de la balanza de
pagos, la exportación de trabajadores debe cargarse al debe de la estrategia
económica neoliberal, puesto que reflejan su incapacidad para generar su
ficientes empleos. Hay que remarcarlo: el prodigioso crecimiento de la ex
portación de mano de obra y el decepcionante desempeño de la economía
bajo el modelo neoliberal, son dos caras de la misma moneda. No es sólo
el caso de México: en un estudio de dimensiones internacionales, el staff del
Fondo Monetario Internacional reconoció hace más de una década que “las
remesas guardan una correlación negativa con el crecimiento del PIB”. En
la práctica, “las remesas tienden a compensar a sus receptores por las malas
condiciones económicas” (R. Chami et al., “Are Immigrant Remittance
Flows a Source of Capital for Development?”, IMF Staff Papers, vol. 52, núm.
I, 2005).
Este vínculo negativo entre remesas y crecimiento económico ha sido
confirmado por diversos estudios. Una investigación reciente realizada por
Ralph Chami, Ekkehard Ernst, Connel Fullenkamp y Anne Oeking, que
comprendió “análisis transnacionales de países que reciben diferentes canti
dades de remesas [como Egipto, México y Pakistán] y de países que envían
remesas en lugar de recibirlas”, apoyándose en distintos estudios académi
cos, se dio a la búsqueda de “una explicación congruente de cómo y por qué
las economías que reciben remesas considerables pueden estancarse en un
bajo nivel de crecimiento”. Dado que “las remesas se gastan principalmente
en consumo de los hogares, y que la demanda de todos los productos (transa
bles o no) de una economía aumenta a medida que las remesas crecen”,
observan los autores, “esto ejerce una presión al alza sobre los precios. La
avalancha de divisas, junto con mayores precios, hace que las exportacio
nes sean menos competitivas, lo que da origen a una caída en la producción.
Hay quienes denominan esto el mal holandés” (Chemi, Ralph et al., “¿Son
una trampa las remesas?”, Finanzas y Desarrollo, septiembre de 2018). Es
algo que efectivamente puede ocurrir: recordemos que el concepto de enfer
medad holandesa derivó del impacto adverso que tuvo en la economía de
Holanda el boom de ingresos procedentes de sus exportaciones de gas natu
ral, tras los grandes descubrimientos del Mar del Norte en la década de 1960.
En lugar de que estos ingresos impulsaran el crecimiento económico de