Su irreductible optimismo ha demostrado ser esencial para su carrera profesional. A comienzos de la década de 1990, cuando consiguió un empleo en la Universidad del Wit watersrand (《Wits》) y ya había empezado a buscar fósiles, el foco de la evolución humana se había desplazado desde hacía tiempo hacia el Gran Rift Valley, en África oriental.
La mayoría de los investigadores consideraba el sur de África como una interesante nota marginal en la historia de la evolución humana, fuera de la trama principal. Berger había decidido demostrarles que estaban equivocados.
Pero durante casi 20 años sus hallazgos relativamen te insignificantes parecieron confirmar que el sur del continente tenía muy poco más que ofrecer.
Lo que más ambicionaba Berger era encontrar fósiles que arrojaran luz sobre el misterio más básico de la evolución humana: el origen de nuestro género, Homo, hace entre dos y tres millones de años.
Del otro lado de la frontera que marca la aparición de Homo se encuentran los australopitecinos, de aspecto simiesco y entre los que destaca Australopithecus afarensis y su más famosa representante, Lucy, un esqueleto descubierto en Etiopía en 1974.
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