Por eso resulta imprescindible la creación de museos del Arte de la
animación, pero, por increíble que parezca, no existen esos museos.
Algunos Museos, como el MoMA de Nueva York, tienen secciones
dedicadas al comic, la ilustración y la animación, unas pocas Filmotecas
guardan materiales de animación... y poco más.
Es una situación triste a la que tenemos que poner fin.
Para lograrlo pretendemos crear un Museo del Arte de la Animación.
Esa es la razón por la que se ha reunido la colección de la que hoy
mostramos esta selección de materiales americanos.
Esta colección pretende ser el núcleo fundacional de una gran colección
con sede en un museo que garantice la preservación de estas obras de
arte olvidadas. Por supuesto tanto españolas como europeas o de
cualquier parte del mundo.
“La Princesa Mononoke”, Estudio Ghibli, 1997.
Pero un museo de la animación no puede ser un simple almacén para
guardar los restos del pasado.
Un museo de animación debería contribuir a la formación de expertos
que pudieran identificar materiales y resolver problemas con los que
tropiezan los historiadores.
Debería ser un punto de encuentro de especialistas, una escuela de
historia y técnicas de animación y de restauración de materiales, sede de
colecciones de originales y de bibliotecas especializadas y lugar de
formación para nuevas generaciones tanto de animadores como de
simples espectadores o expertos del Arte de la Animación.
Un espacio vivo que garantice la preservación de un patrimonio que
corre un gran peligro y que impida la pérdida de más materiales en
nuestro pais, dónde practicamente todo ha desaparecido.
No sólo hay que buscar lo que queda del pasado, hay que preservar la
producción artística actual.
Esa es nuestra meta.
Identificación y atribución
Uno de los trabajos primordiales en un museo es el de catalogar
correctamente las obras de su colección. Esta no es una labor fácil en el
Arte de la Animación.
Las obras casi siempre son anónimas y muy rara vez están firmadas (se
encuentran casos en los diseños previos de Ferdinand Horvath, Eyvind
Earle, Mary Blair…).
A menudo nos encontramos con acetatos y dibujos firmados por
grandes animadores de Disney como Marc Davis, Ollie Johnston o Frank
Thomas. Pero esas firmas han sido añadidas a petición de los galeristas
que de esta forma multiplican el precio de esas obras. Los artistas
aceptaban por un módico precio y estampaban su firma en obras que
nunca fueron suyas y que no podían estar seguros ni siquiera de que
fueran auténticas. Pero ellos no las firmaban para “autentificarlas” sino
como un autógrafo para coleccionistas, como firmarían una fotografía o
un libro.
Esas firmas podrían equivocarnos. Para intentar identificar a los autores
de un dibujo hay que buscar por otros lados.