Mi primera publicacion ANALES 2018 FINAL FINAL p | Page 390

390 V olumen 55 (2018) de virus enviadas entre cristales planos de Barcelona por el mismo Piguillem, se convirtió en un foco activo propagador de la vacuna jenneriana. El ideario sanitario ilustrado aparece reflejado en las constantes notas y avi- sos de la Gaceta de Madrid, donde se cita la vacunación de destacadas personali- dades, como los hijos del Excmo. Sr. Francisco Ramón de Eguía, tras su regreso de Portugal de la campaña de la guerra de las Naranjas. Sus hijos fueron vacu- nados por el cirujano aragonés Joaquín García. Las prácticas se extendieron por todo Aragón, durante el otoño e invierno de 1801, en setenta localidades y en los corregimientos de Barbastro, Huesca, pero en Zaragoza la vacunación se realizó con enorme pulcritud. La campaña de vacunación en la capital aragonesa realizada por el cirujano José Martínez se prolongó, al menos entre 1801 hasta finales de 1807, llegando su número a más de mil personas con resultados favorables. Esta experiencia se acompaña de una minuciosa relación del nombre del vacunado, los padres, día de vacunación, registros que pretendían verificar los beneficios de esta práctica. El virus y las vacunaciones llegaron a las restantes regiones españolas, de las que existe una nutrida casuística, cuya enumeración excede las pretensiones de nues- tro trabajo. La meseta del Duero desde 1802 contaba con el fluido vacuno, como Segovia donde el cirujano Martín Alonso realizaba esta experiencia, o el caso de Sigüenza y Palencia. En la ciudad de Sigüenza llegaba el virus, desde la Corte por mediación de Antonio Ballano, profesor de Medicina al cirujano Eutiquiano Mar- tínez que llegó a vacunar hasta seiscientos individuos. En Palencia y Valladolid la vacuna estaba presente, y circulaba ya en 1802, lo mismo que en Valladolid. En Medina del Campo el cirujano titular, Ramón García y Cabezudo, con la ayuda del franciscano Mateo Alonso consiguió traer el fluido desde Valladolid. A través de la Gaceta de Madrid, podemos seguir el proyecto de la vacuna desde 1801 hasta la invasión napoleónica, en regiones como Valencia y Murcia, La Mancha, Andalucía y Extremadura y el norte peninsular. Mientras Inglaterra y Francia crearon poderosas instituciones entre 1799 y 1803, orientadas a la di- fusión y el control de la vacuna (Smallpox Hospital y London Jennerian Society; Comité central de Vaccine y la Commission de Vaccine du Louvre), España tuvo que recurrir al entusiasmo de unos pocos vacunadores respaldados, eso sí, por el prestigio de las Academias de Medicina (Madrid y Barcelona). Ignacio María Ruiz de Luzuriaga ya disfrutaba de una posición privilegiada que le conferían sus cargos de responsabilidad en la Academia madrileña, desde esta Institución se convirtió en el auténtico propagador de la vacuna en España. La primera obra que se imprimió en España sobre la vacuna, fue la traducción de Francisco Piguillem, del libro de Colon Ensayos sobre la inoculación de la vacu- na, que fue censurada positivamente por Luzuriaga. Casi al mismo tiempo que se practicaban las primeras vacunaciones, en octubre de 1801, la Academia de Ma-