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A nales de la R eal A cademia de M edicina y C irugía de V alladolid
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Puigcerdá, pasan de 7.000 los inoculados en Cataluña solamente”. Tarragona fue
otro foco activo de vacunación gracias al ingeniero de origen irlandés Juan Smith
Sinnot (1756-1809), al que Piguillem facilitó la vacuna cinco meses después.
Desde Cataluña se remitió vacuna a Aranjuez y, acto seguido, a Madrid, aun-
que en este primer intento se desvirtuó la vacuna. Una nueva remesa procedente
de París obtuvo mayor éxito, y se pudo practicar inmunizaciones en Aranjuez el
22 de abril de 1801 a cargo de Ignacio de Jáuregui, médico de la Real Familia y
un mes más tarde en Madrid por Ignacio María Ruiz de Luzuriaga (1763-1822).
Éste comenzó a tejer desde ese momento una red nacional de corresponsales
a quienes remitía el novedoso fluido y con los que hizo un seguimiento de los
progresos de la vacuna, actividad que ejerció desde su posición como Secretario
de la Real Academia de Medicina y de la que ha quedado un valioso testimonio
documental.
Las noticias de las vacunaciones en la Corte se recogieron en la Gaceta de
Madrid. Este periódico daba las primeras noticias de la vacuna en 1798, aunque
el virus no llegaría a Madrid hasta 1801. En la difusión de la vacuna, fue Ignacio
María Ruiz de Luzuriaga, la figura más destacada, junto a Ignacio Lacaba, ciruja-
no de Cámara de Carlos IV, ambos promovieron la vacunación. El proyecto cul-
minó con la Real Cédula del monarca en 1805, en la que S.M. disponía que “en
todos los Hospitales de las capitales de España se destine una sala para conservar
el fluido vacuno y comunicarlo a cuantos concurran”. Desde la Corte llegaba el
virus vacuno a las regiones españolas. Lacaba practicó la vacunación en los Rea-
les Sitios de San Ildefonso, con treinta y seis niños, acompañado con el cirujano
de las Reales Fábricas, Eugenio Sacristán y de Jerónimo León, cirujano honorario
de la Real Familia. A lo largo de 1801 la vacuna se difundía en Madrid, como en
el Hospital de la Latina donde el médico Santiago Puig practicaba vacunaciones.
Los elogios de la vacuna ,en otros casos, ponderaban la labor de Felipe Miguel
Llorente, primer cirujano del Real Sitio de Aranjuez, que acompañaba a Ignacio
Lacaba practicando más de 190 vacunaciones.
Este cirujano Miguel Felipe Llorente, antes citado, contaba con amplia ex-
periencia dado que en la Sagra de Toledo había practicado unas 750 vacunacio-
nes en niños. En el Real Hospicio de la Corte la vacuna estaba presente desde el
primer momento de su llegada a Madrid. En Noviembre de 1803 se vacunaron
unos115 individuos, incluso más tarde recayó en más de medio millar de niños de
corta edad. Colaboraron en esta empresa los médicos José Manovel y José Gon-
zález Ayensa y los cirujanos José Albarrán y Gregorio Gonzalo. Algunos socios
de la Academia Médico-Práctica de Barcelona, especialmente Vicente Mitjavila
y Fisonell (c. 1759-1805) y Francisco Salvá y Campillo, fueron los primeros en
adoptar el nuevo método preventivo contra la viruela. Tarragona, gracias al es-
fuerzo de John Smith Sinnot (1756-1809), antes citado, que hizo servir muestras