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A nales de la R eal A cademia de M edicina y C irugía de V alladolid
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bil en unas fosas nasales más frías de lo habitual. A estos se añade el factor de ha-
cinamiento (estadios, bares, teatros, etc.) de sitios con una ventilación escasa (11) .
Las dos primeras ondas tuvieron lugar en épocas absolutamente no gripales
e incluso con factores ambientales desfavorables para la transmisión del virus.
La segunda onda ocasionó simultáneamente brotes en los dos hemisferios desde
septiembre a noviembre con periodos tan breves respecto a las posteriores que en
algunos sitios fueron inaparentes (7–9) . Por tanto, ninguno de los factores descri-
tos explica con claridad la distinta naturaleza y perfil de las tres ondas ocurridas
entre 1918 y 1919 que empezaron respectivamente en la primavera-verano, vera-
no-otoño y otoño-invierno del hemisferio norte
La caída brusca de casos entre la primera y segunda onda seguida del rápido
aumento de casos en la segunda y tercera ondas es difícil de explicar. Incluso asu-
miendo una inmunidad transitoria postinfección, no podría justificarse, como las
personas susceptibles fueran pocas para mantener su transmisión en un lugar y a
continuación, suficientes para empezar una nueva segunda onda explosiva pocas
semanas después. Eso exigiría mutaciones importantes y casi simultáneas en todas
partes del mundo en los breves periodos entre ondas. Dicho proceso de escape a
la inmunidad de grupo, típico de los virus de la gripe, lleva años de evolución,
nunca semanas. Incluso si ocurriera así, tardaría meses en producirse esa difusión
epidémica en forma de onda explosiva alrededor del mundo. Nunca hasta entonces
ni después, se han observado tantas ondas sucesivas producidas por el mismo virus
en un espacio de un año o menos. La pandemia de gripe de 1889 empezó al final de
la primavera y necesitó más de 6 meses en difundir por todo el mundo, haciendo
el pico epidémico en Europa y EEUU al final de 1889 y principios de 1890. La
siguiente onda ocurrió más de un año después, al final de la primavera de 1891 y la
tercera a comienzos de 1892. También en aquella pandemia, la segunda onda fue
la más grave, originando la mayor parte de casos mortales. Sin embargo, en la de
1918 las ondas se observaron comprimidas en un espacio de 8-9 meses en todos los
países. Los descubrimientos del siglo XXI sobre el virus de 1918, se han obtenido
a partir de casos fallecidos en la segunda onda (12) , lo cual hace imposible cualquier
comparación sobre la evolución temporal y tampoco se ha demostrado una muta-
ción o distintos clados víricos del mismo subtipo en las ondas epidémicas.
La pandemia, que duró poco más de un año, logró controlarse en 1919 y
se dio por concluida en marzo de 1920, pero los efectos de la enfermedad más
mortífera de principios del siglo XX todavía están presentes en los registros de
enfermedad o de mortalidad de casi todos los países (Figura 4). La huella del
paso del virus se ha cifrado en 50 a 100 millones de personas fallecidas, aunque
el número exacto nunca se sabrá (2). Dichas cifras suponen más que los muertos
ocurridos en la Primera Guerra Mundial (17 millones) y en la Segunda (alrededor
de 60 millones) (3,7,9) .