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V olumen 55 (2018)
En poblaciones donde el vino no es de consumo tradicional, diversos estu-
dios prospectivos han encontrado que el vino tiende a ser consumido por perso-
nas de mayor nivel cultural y económico, con estilos de vida más saludables y
mejores indicadores generales de salud que los bebedores de cerveza o licores.
Por otra parte, el consumo episódico elevado de alcohol (‘binge drinking’), que
está relacionado con un mayor índice de mortalidad, parece más frecuente entre
bebedores de cerveza y bebidas espirituosas que entre los consumidores de vino
(62-64)
. Klatsky et al. (65) , en un estudio sobre preferencias de bebidas alcohólicas
en California, encontraron que las personas que tendían a preferir vino eran mu-
jeres jóvenes o de edad media, no fumadoras, con mayor nivel de educación y
que realizaban ingestas moderadas de alcohol, mientras que la preferencia por la
cerveza era más frecuente entre varones jóvenes que, además, realizaban ingestas
de alcohol más elevadas. En un estudio sobre determinantes de salud entre indi-
viduos dentro del National Longitudinal Study of Adolescent Health en los Es-
tados Unidos, Paschall y Lipton (66) concluyeron que los jóvenes que preferían el
vino mostraban generalmente mayor nivel de educación formal, mejores hábitos
dietéticos y de ejercicio, menores tasas de tabaquismo e indicadores del estado
de salud más favorables que otros bebedores y que no bebedores, y que también
realizaban un consumo más moderado. Mortensen et al. (67) , en un estudio so-
bre una cohorte danesa, también observaron que los bebedores de vino estaban
significativamente asociados con gente con mayor coeficiente intelectual, mayor
nivel de educación parental y con un estatus socioeconómico más alto, mientras
que los compradores de cerveza se tenían puntuaciones significativamente más
bajas en las mismas variables. Sus observaciones les llevaron a considerar que el
consumo de vino en Dinamarca era en general un buen indicador de mayor desa-
rrollo social y cognitivo y un mejor estado de salud, lo que contribuiría a explicar
los aparentes beneficios del vino. En otro estudio sobre alimentos incluidos en la
cesta de la compra en el mismo país, Johansen et al. (68) observaron que la gente
que compraba vino también compraba normalmente productos alimenticios con-
siderados más saludables, como frutas y hortalizas, carnes blancas o lácteos bajos
en grasa, mientras que los compradores de cerveza mostraban mayor tendencia
a elegir alimentos precocinados, azúcar, aperitivos, carnes de cerdo y cordero,
embutidos, margarina y bebidas refrescantes. Observaciones similares en el sen-
tido de que los comportamientos saludables eran más a menudo observados entre
bebedores de vino que entre los consumidores de otras bebidas alcohólicas fueron
también obtenidos en estudios realizados en cohortes francesas (69, 70) . En general,
todos estos estudios sugieren que el consumo moderado de vino podría ser un
indicador de un nivel social y de salud más elevados y, por tanto, de un riesgo
cardiovascular subsecuente más bajo.