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V olumen 55 (2018)
mento del riesgo de cánceres de la cavidad oral, esófago y laringe, hipertensión,
cirrosis hepática, pancreatitis crónica y daños por lesiones y comportamiento vio-
lento, y, en menor medida, con cánceres de hígado, colon, recto y mama. En todos
esos casos, el aumento del riesgo era especialmente significativo para ingestas de
etanol superiores a 25 g/día. No se encontró una relación clara entre consumo de
alcohol y úlcera gastroduodenal, mientras que para enfermedad coronaria e ictus
isquémico se observó una disminución del riesgo siguiendo una relación en J,
que presentaba su mínimo para un consumo de 20 g alcohol/día, al cual el riesgo
relativo se reducía en un 20%.
La relación causal entre ingesta de alcohol y daño hepático está ampliamen-
te documentada, asociándose sobre todo al consumo continuado de niveles de
riesgo (60 g alcohol/día en hombres y en 40 g/día en mujeres). En sus formas más
graves, como la hepatitis alcohólica aguda, la mortalidad puede superar el 50%
de casos a los tres meses. Otras manifestaciones como esteatosis (hígado graso) o
cirrosis alcohólica son inicialmente menos graves, aunque en cirrosis avanzadas,
la mediana de supervivencia de los pacientes se sitúa sobre 1-2 años (1) .
La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) clasifica
el alcohol como un carcinógeno Grupo 1, cuyo consumo está causalmente aso-
ciado con el desarrollo de tumores malignos de la cavidad oral, faringe, laringe,
esófago, hígado, colon, recto y mama, sin que existan diferencias sustanciales en
función del tipo de bebida alcohólica (7) . Para estos tipos de cáncer el riesgo rela-
tivo aumenta con la cantidad de alcohol ingerida, aunque su grado varía según los
casos. El riesgo de cánceres de faringe, laringe y esófago aumenta más del 100%
para un consumo medio de 50 g de alcohol por día, mientras que para el cáncer
colorrectal el aumento es del 10-20% para el mismo nivel de consumo (5) . En el
caso del cáncer de mama, los riesgos son generalmente mayores para mujeres
que para hombres y se observan ya con ingestas de alcohol moderadas. Se ha
estimado que un consumo regular de 18 g alcohol/día aumenta el riesgo en 1,13
veces y que la ingesta de 50 g alcohol/día lo aumenta en 1,5 veces, con relación
a no bebedoras (7) .
En lo relativo a enfermedades cardiovasculares, tanto los patrones nocivos
de consumo de alcohol como la cantidad ingerida se han relacionado con un au-
mento en el riesgo de hipertensión, cardiomiopatía, fibrilación auricular y palpi-
taciones e ictus hemorrágico (1) . Por el contrario, los estudios epidemiológicos in-
dican que los bebedores que realizan un consumo de bajo a moderado de alcohol
presentan menor morbilidad y mortalidad cardiovascular, debido principalmente
a un menor riesgo de enfermedad coronaria, ictus isquémico e infarto de miocar-
dio (8) . Este efecto protector no se produce en individuos jóvenes, en los cuales
cualquier dosis de alcohol aumenta el riesgo de daño isquémico, y desaparece en