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En todo caso, la noticia plausible, para alegrarse de todo corazón, es la que nos trajo el
cambio de año, de que los cubanos estacionados en Costa Rica prosiguen su viaje hacia su
destino final; y, conociendo a los cubanos como los conozco, sin duda al cabo de unos dos
años, serán tan prósperos como sus compatriotas residentes en los Estados Unidos y este
“mal trago” sufrido con Nicaragua, será solo un amargo recuerdo que les demostró hasta
donde puede llegar el egoísmo, la ignorancia congénita y la maldad de un dictadorzuelo del
corte de Daniel Ortega. El tiempo todo lo cura... hasta las heridas más profundas.
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Turquía me Duele en el Alma
DAMASCO, Siria-Salvando las distancias entre el coloso que es el presidente de Rusia,
Vladimir Putin, y este simple periodista que soy yo, he de decir que comprendo
perfectamente la desazón y la decepción que acaba de sufrir el Premier ruso ante “la
puñalada” que le ha dado el gobierno turco a todo el pueblo y gobierno de la gran Rusia, al
derribar a su bombardero que nunca violó su espacio aéreo y, para colmo de males, unos
cuantos salvajes que muy pocos conocen y que se hacen llamar “las guerrillas turcomanas”,
acribillaron a uno de los dos pilotos cuando se lanzaron en paracaídas de su avión que se
desintegraba en el aire. Pues ahí… bajando, aún en los aires, les dispararon y llegó a tierra
un cadáver de uno de los dos valientes pilotos… ¡Y en tierra siria, no turca, para que se
sepa! Según se ha comprobado con lujo de detalles, horas después del fatídico incidente.
Y digo que comprendo a Putin a la perfección, porque él consideraba a Turquía una
nación amiga, un vecino de lujo, donde miles de rusos iban a pasar unas bonitas vacaciones
a un país distinto, porque precisamente eso es Turquía, una nación distinta, con una
fortísima personalidad en el concierto mundial, por su rica historia, su presente que oscila
entre lo conservador y lo moderno y un futuro prometedor de sus generaciones que se
renuevan como las aguas de un caudaloso río que corre paralelo al Bósforo.
No hace muchos años leí la obra “De Parte de la Princesa Muerta”, de la escritora,
periodista y, para mejores señas, Princesa otomana, Kenizé Mourad, una aristócrata que
sería la Sultana indiscutible si se restituyera el Califato en Turquía, tal y como estaba antes
de la Primera Guerra Mundial, y he de decir que ese “recorrido” literario e imaginario que
me hizo dar por Turquía, me fascinó, por momentos me conmovió hasta el llanto secreto de
mi alma, por la gran sensibilidad de su narrativa; y lo más importante… me hizo querer,
apreciar, guardar en un pedacito de mi espíritu a ese gran país que se agigantaba en mí.
Sin embargo, el derribo flagrante, cobarde y traidor, del avión de combate ruso,
cuando venía de bombardear a los terroristas del Daesh, me ha tirado por los suelos la
imagen que tenía de la Turquía actual. Y no solamente por el hecho del asesinato de los dos
pilotos rusos, sino por una serie de actos que se han venido produciendo en el devenir en
relación con la guerra de Siria.