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Y para citar al primero de esos actos, diré de los ataques de parte de los soldados
turcos a las milicias de kurdos, llamadas Peshmergas, los combatientes más valientes que
hay sobre el terreno actualmente y que han apaleado ayer y hoy también, a los criminales
yihadistas del Daesh, arrebatándoles grandes extensiones de territorio cerca de la frontera
turca. Esos ataques a los kurdos te dejan preguntándote, ¿Si el Estado Islámico o Daesh es
un peligro para Turquía, por qué el ejército de esa nación ataca a los Peshmergas, si éstos
han limpiado de terroristas toda la línea fronteriza con Siria?
Un segundo acto de las dudas que hace nacer la actual Turquía, radica en la guerra
contra el mismo Daesh y, hasta donde he sabido, ningún soldado turco ha disparado una
sola bala en contra de los terroristas, aún después del atentado que segó las vidas de
decenas de jóvenes durante una manifestación por la paz que se realizaba en Ankara. La
pasividad del gobierno y de su ministerio del Interior, ha sido pasmosa, increíblemente
blandengue, hasta la inactividad absoluta. En tal caso, a Turquía “le ha entrado flojo” que la
OTAN, a la cual pertenece, esté dispuesta a formar una coalición para combatir al Daesh;
tampoco el Estado con sede en Ankara, ha movido un músculo por adherirse a ese grupo de
naciones que odian al yihadismo sanguinario. Nótese que, hasta este estadio de las cosas, ya
mis sentimientos estaban bastante erosionados con respecto al país otomano; pero las
circunstancias se han puesto peores, porque me he enterado, al igual que muchos europeos,
que todos los terroristas, pero todos absolutamente, para ir a poner sus bombas y matar
inocentes al corazón del Viejo Continente, han pasado por Turquía con total tranquilidad y
sin que sean malinformados por los espías a las naciones que supuestamente son aliadas.
Ello se ha hecho con la connivencia del gobierno turco y con toda alevosía y maldad.
A esto debemos sumarle finalmente, la compra en cantidades monstruosas de
petróleo al Daesh. Es el crudo que el Estado Islámico roba a Siria e Irak y que lo vende en
el mercado negro a precios sumamente bajos; y, nos hemos enterado a carta cabal, que uno
de los grandes clientes compradores es el gobierno turco. El Kremlin, en Rusia, asegura que
el derribo del bombardero en los cielos de Siria, responde al enojo de Ankara porque los
rusos han comenzado a destruir los camiones en los cuales el Daesh transporta el petróleo a
territorio turco. Según Vladimir Putin, la inteligencia de su país tiene fotografías y
filmaciones desde los satélites espías en órbita espacial, que denotan el traslado del crudo
en grandes convoyes de cisternas hasta ciudades populosas de Turquía, donde es vendido.
Es evidente entonces que el gobierno de Erdogan no ha querido formar parte de la
coalición multinacional para atacar al Daesh, aún posterior a los atentados de París y, más
atrás, los ataques en la propia Ankara; pero cuando se le vino el problema con Rusia por el
bajonazo del avión de combate, de inmediato invocó a la OTAN para que le defendiera.
Eso es lo que se llaman actitudes poco éticas, vergonzantes y características de un gobierno
corrupto, traidor y manejado por personajes siniestros, tal y como dejan ver desde el
Palacio en la Capital turca. Resulta desconcertante e inexplicable saber que los primeros
militares rusos muertos en Siria, no cayeron víctimas del Daesh, el enemigo de todos, sino
de quienes, supuestamente, eran amigos… de los soldados turcos. ¿A qué juega Ankara?
¿Cuál objetivo persigue su presidente Recep Tayyip Erdogan y sus acólitos en el gobierno?
A primeras luces, parece que es aliado del Daesh, que le gusta que Siria permanezca
incendiada, porque es un declarado enemigo de la casa al-Assad; pero lo que está más claro
aún, es que no es amigo de nadie en occidente, que le sonríe a los Estados Unidos y a la
OTAN; pero que, en el primer descuido, les puede clavar el puñal tal y como hizo con
Rusia.