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dejaba observar en el cuerpo y el rostro de la candidata demócrata, durante la emisión
televisada a todo el país, que no tenía más trucos para derrotar al millonario.
El día de las votaciones se acerca. Donald Trump parece estar acatando los consejos
de sus amigos más avezados en lides políticas y es muy probable que, en las próximas
fechas, saque a la luz pública más datos de una ex Secretaria de Estado que estuvo más
cercana a lo corrupto que a la honestidad cuando ostentó ese cargo. Se esperan municiones
y detonaciones propagandísticas más fuertes y contundentes durante este corto período de
tiempo. Ya lo iremos viendo con el paso de las fechas.
Ciertamente Donald Trump llegó en limousine rodeado por sus fornidos
guardaespaldas, algo muy necesario en los Estados Unidos de hoy, siempre a merced del
terrorismo islámico y con un presidente llamado Barack Obama, que ha permitido que los
asesinos del Daesh ataquen por toda la geografía norteamericana a sus anchas; pero el
mismo candidato republicano salió de aquel lugar del segundo debate, por sus propios
medios, semejante al ave Fénix, remontando el vuelo desde el suelo y desde sus cenizas.
Más del 75 por ciento de su partido le apoya, son las bases, los ciudadanos de las fábricas,
de los andamiajes de las construcciones de rascacielos, soldados, amas de casa,
estudiantes; contrarias al establishmentde los viejos republicanos que le han querido ver
fuera de esta candidatura. A ellos, Trump les ha tenido un mensaje también: “No necesito
de ustedes, a quienes solamente les ha importado el bien personal por encima de nuestra
nación. No los necesito a ustedes viejos conservadores, anquilosados, que no han permitido
el progreso de nuestro partido.”
Pero ha llamado la atención, en primerísimo plano, la actitud de Hillary, quien se
asemejó más a una abuela cansada en presencia de su hija y su esposo Bill; y un hombre
adusto que se paseaba frente a ella, que a cada paso pulverizaba los argumentos de aquella
mujer cuya carrera política y profesional la ha basado en el engaño, la ilusión causada por
las palabras y en los errores de una política débil y pueril como lo ha sido la de su jefe
Barack Obama.
La guerra por la Casa Blanca continúa; pero ahora Hillary Clinton es quien tiene
que levantarse de la lona donde la han tirado los argumentos descarnados de Trump. Dios
quiera que no pueda erguirse, por la memoria de quienes murieron por culpa suya en Libia,
Irak, Siria, Francia, los Estados Unidos y en todos los países donde el terrorismo aupado
por ella misma y Obama, han ensangrentado a sus pueblos. Los norteamericanos urgen de
un cambio de líder y el mundo entero también, pero muy distinto al apellido Clinton, que es
sinónimo de debilidad, deshonestidad, deshonra, lascivia, confusión, peligro y fracaso.