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Hace 71 años nos quedó claro hasta dónde podemos llegar cuando la inyectiva es
lamaldad. Por ello, hay que procurar hacer el bien… el bien siempre, siempre, siempre, sin
desfallecer y a quien lo necesite.
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Ankara, El Sinaí, Beirut, París y Nigeria
Esos son los sitios geográficos que ha atacado el Daesh (Estado Islámico), en menos de tres
meses y que nos han hecho buscar mapas para ubicar con certeza adónde sus “kamikazes” o
suicidas, causaron gran cantidad de asesinatos y dolor por doquier. De Turquía a Egipto, de
regreso al Líbano, después en el corazón de Europa y posteriormente en la lejana Africa.
Ese ha sido el periplo de sangre que estos mal-nacidos dementes han recorrido en los
últimos días. Por supuesto que, después de una mala experiencia, se sacan valiosas
conclusiones, aunque duela aceptar la terrible realidad; y el resabio que se puede entresacar
de todo esto que ha sucedido, lo hemos venido pregonando a los cuatro vientos: hay que
atacar al Daesh en sus madrigueras de Irak y Siria –y últimamente en Libia también-,
extirparlos de la faz de la Tierra, antes de que ellos sigan degollando a cientos de miles de
inocentes, según su macabra práctica. Pero los líderes de Inglaterra, Francia, España,
Turquía y los Estados Unidos han hecho caso omiso a las voces altamente preocupadas que
les han urgido para que “metan mano” en esas naciones de Oriente Próximo donde se ha
gestado y crecido esta serpiente que conocemos con los nombres de Isis, Daesh o Estado
Islámico. No quiero referirme a Barack Obama, porque no deseo despotricar más de lo que
ya lo he hecho. Solamente repetiré que debe irse del poder y de la política general de los
Estados Unidos y que es un fantoche, de los más grandes que ha tenido la Casa Blanca
como ocupante. Nada más, porque no quiero amargarme la vida indicando lo fallido, lo
insulso, lo irresponsable, lo inmaduro y lo evasivo que ha sido este último mandatario
estadounidense.
Decíamos de la enseñanza que nos han aleccionado los atentados terroristas del
Daesh en las naciones que hemos mencionado; y más que una enseñanza… el tiempo es el
que nos ha dado la razón. “Solamente un atentado de gran magnitud en Londres, París,
Washington, New York o Madrid, podrá azuzar a esos gobiernos para atacar a los
terroristas islámicos”, dijimos en varias oportunidades. Aún con las muertes de civiles en
Líbano y Ankara, en Turquía, la OTAN no reaccionó, muy a pesar de que los turcos
pertenecen a esta organización del Atlántico Norte y los Estados Unidos tienen bases
militares en su territorio. Mucho menos hubo reacción militar después de los asesinatos de
los libaneses en su Capital. Parece que esas vidas para los aliados occidentales no tienen
ningún significado, más aún si las comparamos con las víctimas francesas. En otros
términos, un atentado terrorista no es tan impactante en otras Capitales mundiales como sí
lo sería en cualquier otra ciudad europea. Así de frívola es la realidad de la geopolítica
actual.