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Con el actual mandatario, Luis Guillermo Solís, el ciudadano costarricense está
demostrando que ha cambiado en su forma de vivir y sentir la política. Y la primera
evidencia de ello radica en que no cree en los demagogos, “ni en sus fuegos de artificio”,
según lo describió elegantemente aquel Perón del exilio. Parece que los engaños retóricos
de hoy, ya no surten aquel mismo efecto del ayer.
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Simplemente Donald Trump
La verdad es la que nos muestran varios líderes alrededor del mundo, desde Marine Le Pen,
quien ha gritado a los inmigrantes que se “larguen” de Francia, hasta la Merkel, la Canciller
alemana, quien muy sutilmente y con un beso en la mejilla de una niña palestina, le dijo
que tenía que irse de Alemania junto a toda su familia. La verdad es que nadie quiere a los
inmigrantes. Mucho menos los italianos, quienes tienen que lidiar en el Mediterráneo con
decenas de barcazas llenas de gentes que provienen del centro de Africa; y los turcos no se
quedan rezagados con esto de los inmigrantes, puesto que los iraquíes y sirios cruzan en
oleadas las fronteras para refugiarse del asesino Estado Islámico. La ONU con sus
limitaciones -ya que el dinero que le dan todas las naciones suscritas a su carta
fundamental, lo utilizan mayoritariamente para pagar los salarios de los burócratas
estacionados en sus escritorios en la sede en New York-, tampoco puede ayudar al gran
problema de la inmigración que caracteriza al nuevo milenio en sus albores.
En los Estados Unidos, según hemos observado en los últimos meses, el nombre de
Donald Trump, magnate inmobiliario, dueño de los certámenes de Miss United States y
Miss Universo, entre otras empresas, ha dicho las verdades a los cuatro vientos cuando ni
Obama ni los norteamericanos se han atrevido a denunciarlo tan franca y abiertamente.
Aparte de si Trump tiene la razón o nó, los mexicanos que hoy viven en los Estados Unidos
y que son gentes de trabajo, de fuelle y de buenas costumbres, no tienen que sentirse
aludidos por lo que ha dicho Trump. Según lo que se puede deducir de sus palabras, se
refirió a los narcotraficantes, a los tratantes de blancas y a los delincuentes comunes que
llegan a la Unión Americana a crear serios problemas. Repito: los mexicanos decentes no
tienen porque sentirse aludidos ni enojados por los argumentos del archimillonario.
Pero lo que me llama la atención de este hombre del Partido Republicano es su
carácter de confrontación y, si se quiere, de valentía decidida; por ejemplo, el
narcotraficante “Chapo” Guzmán le ha amenazado con matarle por sus declaraciones en
contra de los inmigrantes, e, inmediatamente, Trump puso el asunto en manos del FBI, la
mejor policía del planeta, que, sin mucho devaneo, acabará con el “Chapo” en cuanto lo
atisbe. También actuó presto contra las cadenas hispanas de televisión que rescindieron
contratos contra él y les ha demandado por US$ 500 millones, una cantidad nada
despreciable que con toda seguridad irá a las arcas del magnate puesto que se vislumbra
que será un contencioso que, desde ahora, ya tiene ganado en los tribunales.