Mi libro mi vida en la prensa escrita | Page 16

Página 16 de 102 El Riesgo que Entraña la Demagogia SAN JOSÉ, Costa Rica-Antes de cualquier otra cosa, debemos recordar qué es la palabra demagogia para enfilar bien nuestra columna de esta semana. En palabras sencillas, demagogia es darle a leer o escuchar a las masas lo que a ellas les agrada. El diccionario de la RAE tiene definiciones más elaboradas y grandilocuentes; pero no queremos enredarnos en su alto castellano. Demagogia, pues, es el método por excelencia que utilizan los políticos, principalmente, para ganarse las simpatías de los votantes. “Sacaré a nuestras tropas de Irak”, dijo reiteradamente Obama a los norteamericanos y eso le granjeó gran cantidad de sufragios y el triunfo electoral. Pero lo que no dijo fue la segunda parte y que debió ser más o menos en estos términos, “(…) aunque los Estados Unidos peligren con el terrorismo islámico.” O sea, la demagogia es esa parte de la canción que a todos nos gusta, que nos entra en la cabeza y que “tarareamos” durante toda la semana. Pero el resto de la balada nos importa un comino. Definido lo anterior, debemos remitirnos a los políticos de esta América Latina sufriente, engañada hasta el tuétano y vuelta a engañar una y mil veces más. Es cuando no dejamos de recordar las palabras de Juan Domingo Perón, quien, durante su exilio en Caracas, Venezuela, le dijo a uno de sus matones que le cuidaban en su apartamento de recién llegado: “Dejalo pasar, que el chico es periodista.” El reportero era de la agencia France Press y hacía la entrevista como verdadera primicia. “Don Juan Domingo, ¿Qué opina usted de los líderes latinoamericanos?” Fue una de sus preguntas capitales. Y Perón se arrellanó en su sillón, le miró fija y directamente y le respondió, “Mirá, los líderes de este continente son fuego de artificio, verdaderos magos, ardientes vendedores de ilusión, todos ellos cortados con las mismas tijeras mágicas (…).” Fue su respuesta aderezada con tonos poéticos, un poco a lo Gardel y Lepera, para decir que son los grandes demagogos a la vieja usanza de Mussolini, Stalin e Hitler. Todos venden y han vendido desde siempre “el cielo en la Tierra”; aunque después las favelas de Río de Janeiro, las chabolas de Lima y los tugurios de San José de Costa Rica, sigan ahí, inalterados e inalterables. Concretamente, en el ejemplo que nos da el actual presidente costarricense, Luis Guillermo Solís, observamos con detalle, con claridad extraordinaria, lo que es la demagogia y su acción inmediata. Su elección fue un dechado de éxito, barrió con facilidad pasmosa a su oponente en las elecciones y prometió –como esencia de su demagogia- , que Costa Rica bajo su mandato, iba a ser otra. Y con el paso del tiempo, su discurso fue solamente eso… discurso pueril, palabras vacías, huecas y arrebatadas de manera rauda por el viento. El pueblo está inconforme y violento contra él y su acción de gobierno; a tal extremo que, durante una visita suya a la Universidad Nacional, en la ciudad de Heredia, fue increpado con toda vulgaridad por manifestantes, quienes llegaron, incluso, a escupirle el parabrisas del auto oficial en el que se refugió para evitar ser atacado. De sus promesas de campaña es muy poco o casi nada, lo que ha cumplido; del paraíso que “vendió” a la gran masa votante, no ha concretado ni “el primer escalón que iba a conducir a ese sitio idílico”.