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Y así me fui curando poco a poco interiormente, fui cerrando heridas y acariciando
mis traumas hasta tranquilizarlos. La adolescencia había llegado y con ella la firme
determinación de curarme de tanto dolor de infancia.
Recuerdo que en la materia de Artes Plásticas dibuje en molde, la cabeza de Müller,
para luego hacerla en retrato al óleo; pero a la profesora no le pareció bien y aquel dibujo
pasó a colgar de la pared de mi habitación por muchos, muchos años más adelante. Toda
esta retrospección e introspección las hago aquí y ante los ojos de mis lectores, porque me
ha partido el alma saber que Gerd Müller está recluido en un asilo para ancianos, sin serlo
del todo, porque padece el mal de Alzheimer. Ya no recuerda a ninguno de sus amigos. Ni a
Beckenbauer, ni a Paul Breitner, ni a Sepp Maier… a nadie. Dicen que, estando el Bayern
concentrado en Italia en un entrenamiento, Müller tomó un tren hacia Alemania, sin avisar,
y sin saber adónde iba cabalmente y porqué lo hacía. Varios años antes sus amigos de
Selección Nacional y del Bayern le rescataron del alcoholismo en el que había caído
cuando jugaba al futbol en los Estados Unidos. Le tenía miedo a los aviones y cuando su
club tenía que desplazarse a disputar los partidos lo hacía vía aérea; fue cuando Gerd
Müller, para superar aquella fobia, comenzó a tomar antes de cada vuelo y así fue
adquiriendo el letal vicio. De regreso a Munich, sus ex compañeros se dedicaron a
rehabilitarlo hasta que lo lograron. Algo típicamente alemán… no abandonar al amigo.
Hoy, yo me siento bien interiormente. Mis heridas parecen cicatrizadas y los
traumas que me causaron las gentes salvajes de aquella ciudad-cárcel, parecen aliviados;
pero Müller… ¡Oh dicotomía! Es quien sufre sin que lo merezca ni en mínimo grado. Mi
héroe, el héroe de muchos en los años 70s, a quien imitaba en el campo de juego y cuya
imagen de deportista me ayudó a sanar mi psiquis, a levantar mi espíritu y a reconstruir mi
personalidad fuertemente dañada, es ahora quien ya no reconoce ni a los más cercanos
suyos. El diario Bild, el más leído en Alemania, fue el que publicó la noticia; y bajando las
grandes páginas del periódico, ha habido muchos que hemos dejado rodar una lágrima por
nuestras mejillas al saber del dolor del gran goleador alemán de México 70, del Bayern de
Munich, de quien le dio el Campeonato del Mundo a Alemania con aquel gol contra
Holanda, en 1974, y tantas Copas y éxitos al futbol teutón como nadie antes lo había hecho.
Y yo sigo repitiendo que en este mundo hay ángeles que no saben siquiera que lo
son y que, a pesar de la distancia, te ayudan así, sin que ellos mismos lo sepan tampoco. El
espíritu triunfador del gran Gerd Müller, “el bombardero”, como le apodaban, levantaba mi
alma dañada, la acomodaba, la reconstruía a muchísimas millas de distancia y pensar que él
nunca lo sabría. Los axiomas de Dios son misteriosos y los ángeles que pone en nuestras
vidas… lo son más todavía. ¡Vive por siempre Gerhard! Te lo grita un hombre agradecido.