Mi buen asesino mibuenasesino TEASER | Page 34

34 Pau Arenós de acero, cuerdas, cinta americana, bolsas, plásticos, productos desinfectantes. Y la ropa de trabajo: guantes, pantalones, jerseys, sudaderas, gorros, chaquetas, botas, chaleco antibalas. Ropas oscuras, discretas, sin memoria. Lavadora y secadora. Saber limpiar era tan importante como saber matar. Metí el sobre de César en la caja fuerte. Tenía fe en mis ca- pacidades y la encargué lo suficientemente grande como para guardar un buen montón de fajos. Algún día tendría que con- tarlos, pensar en alguna inversión, sacarlos para que conociesen mundo, que las gordas mejillas de los gobernantes recibieran aire. Junto a la pasta, algunos juegos de documentación falsa para una emergencia. Dejé la botella de whisky sobre una mesa. Bajo el halógeno brillaba como un reflectante de carretera, una luz robada. Me cambié. No necesitaba ni armas ni chaleco antibalas. Cerré la puerta blindada. El depósito del monovolumen estaba lleno de gasolina y tenía un iPad con lecturas, un librito de crucigramas, una libreta, bolígrafo y rotulador, agua, una bolsa de bolitas de queso que olían a demonios y que enganchaban más que el crack. Detrás, las dos cajas de herramientas para las emergencias con ganzúas, plásticos, navaja, cables, martillo, guantes, esas cosas que tanto sirven para una chapuza como para un asesinato. Poco después estaba de nuevo en la calle BL, casi enfrente del número 4. En las primeras dos horas no sucedió nada, me entretuve con la radio y con vistazos rápidos a uno de los libros cargados en el iPad. La lectura era uno de mis hábitos. Como disciplina para mejorar me había impuesto los clásicos de la literatura. Como