Mi buen asesino mibuenasesino TEASER | Page 27

Mi buen asesino 27 de revista. Contrataron a arquitectos estrellas que habían dejado sobre aquella superficie ganada al mar sus mejores buñuelos. Ned, el−que−antes−distribuía−whisky−y−ahora−ginebra, vi- vía en una zona residencial y quise echar un vistazo. Cuando salí de la autopista me detuve para subir la capota. Conducir mientras el aire te afeitaba era un placer, aunque poco recomen- dable mostrar la cara mientras preparaba el crimen. Escribí la dirección de Ned en el GPS, aparato que después reformatearía para eliminar rastros. Moverse por este espacio de casas unifamiliares con jardín delantero y arbolado era un engorro. Todas las calles y las casas se parecían. De eso trataba: un bálsamo en el exterior y los horrores, en el interior. Y no me refería a la decoración. Cuanto mejor cortado tenían el césped, más hijos de puta eran de puertas adentro. La regla nunca fallaba. En un jardinero doméstico se agazapaba un maltratador. Los recortadores de setos que repasaban las ramas rebeldes con tijeras en busca del acabado perfecto tenían la mano suelta. Vi a algunos de esos buenos ciudadanos que en público eran un modelo y, en pri- vado, unos cabronazos. Seguro que aquel fulano que rastrillaba hojas con ahínco, amontonándolas, dejando entre uno y otro montón un metro de distancia, tan exacto, tan metódico, tenía a la familia en un puño. El número 4 de la calle BL. El Ayuntamiento prefería las letras combinadas del alfabeto y dejaba las calles dedicadas a los generales muertos restringidas al centro y a las islas. Novápolis daba cobijo a cinco millones de habitantes y las clases medias que en algún momento consiguieron dinero extra ocuparon es- pacios parecidos a estos. No sabía en qué se diferenciaba la calle BL de la BK o de la BM. Para observar, aparqué en un extremo de la BL bajo un árbol de tronco grueso, uno de esos árboles que agrietan el asfalto y que molestan para la conducción con raíces gruesas como badenes.