Mi buen asesino mibuenasesino TEASER | Page 23

Mi buen asesino 23 César solo se permitía la ternura al hablar de la madre. Incluso acunaba la voz. —Nadie como ella preparaba los espaguetis con almejas. Lo dijo en italiano, «spaghetti alle vongole». Probé el plato en alguna de aquellas visitas y las almejas estaban correosas, demasiado hechas, arrugadas como la doña. César hablaba del mejunje con esa nostalgia que disimula defectos. En el desgraciado momento de intimidad que tuve con él, también me dijo que había matado a su padre porque maltra- taba a doña Dorotea. Era posible, aunque sonaba a excusa. Los hombres, aquellos hombres, siempre maltrataban a sus mujeres. La falta de respeto por el ser humano comenzaba en casa. César querría mucho a la madre, pero trataba como una mierda al resto del sexo femenino. La reunión duró unos minutos más. Me dieron un papel en el que algún perro contratado por César había escrito cuatro datos sobre el tipo y dónde vivía, me mostraron unas fotos para que pudiera reconocerlo y me entregaron un sobre con la tarifa. Nunca hablábamos de dinero porque no era necesario. El sobre pesaba. Salí, saludé con un gesto de cabeza a Muñeco de Nieve, que seguía intentando dar un imposible brillo a los vasos rayados. Cualquier día encontraría una córnea en el fondo de uno. Fui a buscar el coche. En la calle había movimiento. Los mecánicos del taller ocupaban parte de la calle con los chasis desmontados. Frente a la destilería cargaban un camión. El aire olía a alcohol y caramelo. Sabía que era un compuesto químico que añadían para disimular el veneno. Un obrero con un toro subía a la trasera del camión los palets con las cajas de Pure Gold y su bonito diseño, con el logotipo representando monedas de oro. Yo había cobrado ese oro. A Cé- sar le interesaba la destilería porque era un negocio legal. No le