Mi buen asesino mibuenasesino TEASER | Page 18

18 Pau Arenós llevaba bajo el chándal, detrás, en una funda. Meter la mano en los pantalones a la altura del culo era algo que solo haría en caso de extrema necesidad. Dejé que Marcus me registrase. Fui a ganar dinero, no a morir. —No lleva nada. Giró el bolo craneal en dirección a César, que habló mientras se limpiaba con el dorso de la mano la salsa de tomate de la perilla. —Déjalo pasar. No le di la mano, no nos besamos. Era un asesino, un trabaja- dor externo, no un miembro de la familia. ¿Qué familia? Ni uno de estos tíos era de la misma sangre, ni nacionalidad ni vecindario. Era un grupo pequeño: Marcus, César y su guardaespaldas, nunca recordaba el nombre. Otra albóndiga gigante. César co- mía albóndigas más pequeñas con espaguetis. Hijo de italianos se hacía el italiano, comía cosas italianas, bebía vino italiano, pero no era italiano, había nacido en Novápolis, que no era Italia ni se parecía a Italia. César era un hijo de puta muy inteligente del tamaño de un taburete con perilla y peluquín y un chándal tan brillante que podría estar en el arcén de una carretera como alerta de obras. No era la hora de comer, sino las once de la mañana. ¿Era el desayuno o parte de la representación? En las películas, los ma- fiosos italianos comían espaguetis con tomate mientras atendían sus asuntos. A César le agradaba el estilo mafioso, la escenografía mafiosa. Era posible que pidiera los espaguetis con albóndigas y aquel vino con una funda de mimbre para estar en situación. —¿Quieres una copa de chianti, auténtico chianti? Es una botella parecida a la que bebía Dean Martin en Kiss me, stupid. ¿La conoces? Salía Kim Novack. Eso sí que era una mujer y no esos putones que aparecen por aquí. El enano, además, era cinéfilo.